jueves, 20 de noviembre de 2008


El Nuberu
(Leyenda cantábrica)

Nadie sabe exactamente cómo es el Nuberu. A veces se muestra como un ser maléfico que provoca tormentas y desata las lluvias; otras veces presenta su lado bueno y previene las catástrofes. Puede ser un enano o un gigante; un feo viejecito o un descomunal ogro que vive entre las nubes.

Se pasea por todo el mundo y en el Egipto, por ejemplo, su nombre es Xuan Cabritu, tiene hijos, esposa y criado. En las brañas occidentales de Iberia, los vaqueros de la región lo llaman Renubeiro o Escolar. Es que aquí solo vive en primavera y otoño, cuando los niños pueblan las escuelas y las campanas llaman al estudio todos los días. No se lleva bien con el Sol y sale todo chamuscado del cielo sin nubes del verano.

Cuando está en su mejor forma, el Nuberu es aquel que va caminando de nube en nube, haciendo que éstas suelten todo el agua y el granizo que llevan en su vientre, provocando desdicha y desastres. Además, arrastrando truenos y relámpagos va por todos lados, descargando su ira y su enfado.

El Nuberu, en algunos momentos aparece transformado en un pequeño y deforme viejecillo. Otras veces, lo hace como un ser de gran tamaño capaz de cargar las nubes negras y hacerlas chocar; provocando rayos que matan a la gente en medio de truenos y relámpagos.

Es tan feo que tiene que ponerse un sombrero de alas anchas y usar barbas descomunales que le tapan casi toda la cara. Se viste con pieles, para bajar a la tierra y ver el resultado de sus hazañas. Las hace por las mañanas, provocando caos y tempestades; luego regresa a sus nubes, llevando lagartos y culebras.

Como es olvidadizo, algunas nubes se le escapan y lo van llevando de un lado para otro, por lo que tiene que pedir asilo en casas, cuevas o cabañas que encuentra en el camino.

El Nuberu, además de cargar tormentas, truenos y relámpagos, se asocia a la niebla y los aludes para cegar a la gente, e interrumpir los caminos. Es un malgeniado que odia al humo del laurel y del romero; detesta las hachas con el filo hacia arriba, a las velas benditas, a las palas de hornear y a los trebedes puestos al revés.

También se pone furioso cuando ve trazar una cruz a los cuatro vientos con el ara de la iglesia; o cuando escucha cantar en forma repetida la canción de Santa Bárbara bendita.

No le gusta el tañido de las campanas y tiene especial odio a los curas porque estos, al hacer sonar las campanas, le lanzan un conjuro que va diciendo:

Detente ñube y ñublau
que Dios pué más qu' el diañu.
Detente ñube , detente, tú
que Dios pué más que tú.

Pero el Nuberu tiene en la tierra sus legítimos descendientes que se llaman nuberos; son los que creen y adoran a estos hacedores de tormentas y al espíritu que los anima. En toda Asturies hay noticias del Nuberu.



Adaptado y editado por Aicum



Imágenes: recuerdodeunpoeta.blogspot.com,whoablackbetty.wordpress.com

La mujer y los niños de la higuera
(Leyenda masai)


Los masai son un pueblo de raza nilótica que habita en Kenia y Tanzania, en el área del Valle del Rift. Está constituido por pastores nómadas organizados en clanes patriarcales gobernados por un jefe religioso llamado laibón. Antiguamente fue un pueblo belicoso, que educaba a sus jóvenes para la guerra.



Había una vez una mujer que vivía muy triste por que no tenía esposo ni hijos. Un día fue a visitar a un médico-brujo y le contó que estaba muy apenada porque se volvería vieja y no tendría esposo ni hijos. El hombre le preguntó qué es lo que más quería, si un esposo o un hijo, a lo que la mujer respondió que un hijo. Entonces, el médico-brujo preparó un hechizo y le dijo a la mujer que tomara todas las ollas que pudiera para llenarlas con los frutos de cierta higuera que había por ahí, y que luego debería llevar los higos a su casa, guardarlos y salir y no regresar hasta la noche. La mujer hizo todo lo que le había recomendado el médico-brujo, y al regresar a su casa en la noche encontró que su hogar estaba lleno de niños y niñas. Ellos habían terminado los quehaceres de la casa, habían guardado el rebaño, y la esperaban para saludarla.



Así, de pronto, la mujer se convirtió en madre y vivió muy feliz junto a sus nuevos hijos. Pero un día, la mujer se molestó con los niños y les gritó que eran unos recogidos, que ella los había sacado de un árbol. Los niños se pusieron muy tristes y no le hablaron en todo el día. Cuando la mujer salió a visitar a unos amigos, los niños volvieron a la higuera y se convirtieron de nuevo en higos. Al regresar, la mujer encontró su casa vacía y empezó a llorar amargamente. Desesperada quiso recuperar a sus niños y regresó con sus ollas a la higuera, pero todos los frutos que recogía se le pudrían en las manos. La mujer tuvo que resignarse a quedarse sola y sin hijos por el resto de su vida.


Adaptado y editado por Aicum


Ilustraciones: ojodigital.com, afriart.biz