martes, 30 de diciembre de 2008


Repudiable sevicia judía

El llamado "pueblo elegido" muestra la verdadera naturaleza del Jehová o Yahvé que los mueve: el vengativo Dios que los hizo desembocar en el sionismo y los llevó a provocar el antisemitismo que tuvo su punto culminante en la "solución final" de los nazis. Al ver el genocidio de Gaza cabe preguntarse sobre la responsabilidad que tuvo la soberbia judía en el llamado "holocausto". Reproducimos el artículo del periodista peruano César Hildebrandt acerca del feroz ataque a la franja de Gaza, publicado en el diario La Primera (Lima) el día de hoy.




El gueto más grande del mundo

Hay 21 niños entre los cientos de muertos palestinos caídos por la ofensiva de estirpe nazi que el estado de Israel, creado para reivindicar a las víctimas del nazismo, ha decidio perpetrar en contra de Hamas. Veintiún niños muertos y 235 niños heridos. Son los daños colaterales de esto que la prensa internacional llama "guerra".

Pero es una "guerra" donde un bando tiene aviones F-16 y F-18, helicópteros Apache, misilística teleguiada, tanques de última generación, satélites rastreadores (aun de noche), interceptación electrónica y, por último, si llega el momento, un arsenal clandestino de bombas atómicas de uranio y de plutonio; una guerra donde el otro bando tiene viejas armas ligeras, cohetes artesanales que han causado una baja israelí en su "última ofensiva", piedras, hondas, gritos, multitudes, rabias, y mucha carne de cañón, muchos niños que interrumpir con una bomba lanzada por computadora.

Porque de niños interrumpidos y guerras asimétricas está llena la historia de los palestinos, víctimas de un genocidio rapaz y lento que los pretende aniquilar como nación. Un genocidio que el mundo permite porque el lobby sionista lo ha comprado casi todo y porque los sionistas nazis que hoy gobiernan Israel piensan que el Holocausto les da derecho a todo y les otorga, además, un monopolio del martirio que el pueblo palestino no puede atreverse a disputar.




Yo nací el año del nacimiento de Israel. Soy coetáneo de ese Estado que todo el mundo democrático aplaudió y que tanto le debió a personajes entrañables como David Ben Gurión.

Sólo después nos enteramos de que el nacimiento de Israel implicó el despojo de millones de palestinos que, de la noche a la mañana, se vieron sin casa ni futuro y que vivirían su propia y trágica diáspora.

Curioso es que para redimir a una cultura sin territorio -que eso eran los judíos errantes por el mundo- se tuvo que privar de todo a una nación que sí tenía territorio pero a la que se consideró sin derechos.



Que el estado de Israel -prosocialista, democrático y, en muchos sentidos, ejemplar- se haya convertido en esta especie de Gestapo dispuesta a todos los abusos y a todas las infamias, es algo que no se alcanza a comprender ni no se entiende, al mismo tiempo, la descomposición del liderazgo occidental -especialmente el de los Estados Unidos- el ascenso social del fundamentalismo de ambos bandos, las guerras ganadas y la arrogancia que eso trajo, las traiciones entre árabes, las provocaciones suicidas y ante todo retóricas de grupos como Hamas y la indiferencia mundial ante la matanza sistemática del pueblo palestino (recuérdese los sucesos de Sabra y Chatila).

Esa zorra de la diplomacia internacional que se hace llamar Condoleezza Rice dice que Hamas tiene la culpa. Lo mismo dice el sumamente corrupto Mahmud Abbas, el títere que Washington y Tel Aviv mantienen como presidente de la llamada Autoridad Nacional Palestina. Pero lo cierto es que si Hamas no existiera, Israel ya lo habría inventado.

De hecho, cada vez que las cosas han marchado sin que corriera sangre y en la atmósfera de cierto mutuo reconocimiento, Israel ha hecho todo lo posible para que, en el seno de Hamas, los halcones ahuyenten a las palomas y empiece de nuevo lo que el estado terrorista de Israel llama, sin rubor, "provocaciones terroristas".



Cuando Hamas ha dado alguna muestra de tolerancia, Israel ha soltado las alarmas. Y, de inmediato, ha reiniciado y hasta redoblado el bloqueo inhumano del más grande gueto de la historia (más grande que el de Varsovia): la franja de Gaza.

Negándole todo al enemigo, arrinconándolo y humillándolo, Israel logró, por enésima vez, que los idiotas cohetes "Katiushka" del extremismo de Hamas cruzaran la frontera y amenazaran a ciertas aldeas. El porcentaje de eficacia de estos artilugios que se arman en garajes y cocinas es, felizmente, menor al 1 por 1000. Imagínense lo que estaría haciendo el ejército israelí en Gaza si ese porcentaje mejorara.

Pero el libreto israelí era esta vez más audaz. Se trataba de demostrarle a la administración Obama, proisraelí hasta decir que la seguridad de Israel "es sacrosanta", que Israel -por si acaso alguien lo haya pensado- no admitirá recortes en su política de exterminio del pueblo palestino y en su afán de "admitir" un Estado palestino partido en dos, sin retornados y de cuyo diminuto espacio el estado judío se apropiaría, además, del 7,4 por ciento, que se destinaría a los asentamientos ilegales (algo que ni siquiera el podrido Abbas puede aceptar públicamente).

¿Quién se opone a los designios de Israel? ¿Quién puede conducir a los palestinos a una negociación de verdad? ¿Quién puede convocar a una Intifada?




La respuesta es una sola: Hamas, que ha conservado su limpieza, ha ganado elecciones limpias y ha terminado de enterrar a Fatah, la organización militar que creó Arafat y que hoy ha hundido en el lodo el señor Mahmud Abbas.

Se trata, entonces, de asesinar a Hamas - metáfora sólo para gentiles: literalidad para el extremismo sionista-. Y con Hamas habrán de morir quienes puedan estar en su entorno. Y con la política de terror que la ocupación israelí de Gaza va a suponer se cree que el "problema Hamas" quedará resuelto.

Se equivoca Israel. Como se equivocó Hitler cuando aspiró a que la fuerza fuera derecho y el derecho fuera fuerza. Los sueños nazis terminan en pesadillas mundiales.

Israel necesitaba de Hamas para torpedear las negociaciones de paz y frustrar todo intento de ejecutar las hojas de ruta de las que hablaba Clinton. Todo indica que el gobierno de Tel Avivi ha recibido señales de que la administración Obama no apostará por esas negociaciones ni se opondrá a la política de tierra arrasada y cadáveres brotando de edificios humeantes de una Gaza rota.



Pero si esto es así, entonces el próximo objetivo será Irán. Y si Israel -el pueblo elegido- logra sus objetivos en Irán, estaremos asistiendo al nacimiento larvado de la tercera guerra mundial y de un terrorismo -más "ideológico" y "místico" que nunca- que hará que lo de las torres gemelas parezca un juego de play station. Entonces, el Armagedón estará próximo.




Imágenes:blog20minutos.es, elmundo.es, identidadandaluza.wordpress.com, bbcmundo.com, elpais.com, larepublica.pe, lanacion.com.ar

martes, 23 de diciembre de 2008


Juan Gonzalo Rose (I)

Juan Gonzalo Rose (Tacna, 1928 - Lima, 1983), a la vez que poeta de la Generación del 50, fue compositor y periodista. Junto a Vallejo, Eielson, Westphalen, Belli y Varela, es uno de los más importantes poetas que ha tenido el Perú. Marco Martos dice sobre él: "Rose es un poeta tradicional en el sentido que usa recursos que la poesía ha usado siempre, pero tiene una sensibilidad exquisita que se oculta, que tiene un poco de pudor de mostrarse. Se oculta para no ser herida. Es un poeta transido de amor. En el mejor sentido es un poeta romántico transparente, es un poeta para gente triste. Rose no es un renovador de la poesía no es una persona que esté experimentando en la poesía. Pero no todos los poetas son experimentales, no es el mejor poeta el que experimenta más. Es mejor poeta creo yo, el que logra más".


Cada tarde te pierdo
como se pierde el tiempo,
o la esperanza.
Cada tarde, definitivamente,
te pierdo como se pierde la paciencia.
Cada tarde dices no.
Mueves la cabeza y dices no.
Mueves la tierra y dices no.
No mueves los labios y tu silencio dijo no.
Infatigablemente,
cada tarde,
mi café solitario obscurece el planeta




Imagen: www.rpp.com.pe

lunes, 22 de diciembre de 2008


La estupidez norteamericana (II)

En diciembre del 2005, el Wall Street Journal publicó un artículo laudatorio acerca del economista Ben Bernanke, actual presidente de la Reserva Federal de EE.UU. (la Fed). Allí decían que sus estudios sobre el crack financiero de 1929, de dimensiones parecidas a la actual crisis mundial del capitalismo, lo habían llevado a descubrir algo así como el "Santo Grial de la macroeconomía"; es decir, una suerte de propuesta o procedimiento milagroso, con que el capitalismo yanqui evitaría definitivamente repetir una crisis parecida al terremoto financiero de 1929. Bueno, pues, hoy tenemos a este "Indiana Jones" de la economía lidiando con una catástrofe económico financiera semejante a la de 1929 y su "Santo Grial" no sirve para nada y ha tenido que recurrir a las viejas recetas keynesianas para que el Estado saque de la crisis a EE.UU. y resuelva la catástrofe que el "dios mercado" no puede solucionar. Seguidor del simplón economista Milton Friedman, este Bernanke en sus estudios sobre la Gran Depresión de 1929, acusaba al Estado de ser el causante del desbarajuste. Por tanto, no sería extraño que hoy esté encubriendo a los codiciosos delincuentes (banqueros, empresarios, especuladores, funcionarios, etc.) que son los verdaderos responsables de estas crisis. Veamos qué dice el Wall Street Journal del 07.12.05 en el artículo titulado "Cómo la gran depresión del 29 forjó la visión económica del nuevo jefe de la Fed".


"En 1983, Mark Gertler preguntó a su amigo y colega economista Ben Bernanke por qué empezaba su carrera estudiando la Gran Depresión. 'Si quieres entender la geología, tienes que estudiar los terremotos', respondió Bernanke, según recuerda Gertler. 'Si quieres entender la economía, tienes que estudiar la peor calamidad que azotó a la economía de Estados Unidos y el mundo' ".


....................................................................................
"Durante décadas, muchos economistas pensaron que la depresión fue la consecuencia inevitable del exceso de inversión y especulación de los años 20, que culminó con la caída de la bolsa en octubre de 1929. Ese punto de vista se reforzó con el libro que John Kenneth Galbraith publicó en 1955 titulado La Gran Crisis de 1929.
Milton Friedman y Anna Schwartz desafiaron esta explicación en 1963. En su libro Historia Monetaria de Estados Unidos argumentan que la Depresión estaba lejos de ser inevitable y que fue causada por una Fed 'inepta'. Primero, decían, la Reserva Federal fue imprudente al elevar las tasas de interés en 1928 para terminar con la ola especulativa en Wall Street. Ello provocó la recesión del año siguiente, que precipitó el desastre. Después, la Fed permitió que miles de bancos quebraran, lo que redujo el suministro de dinero. El banco central pensaba que las bancarrotas bancarias eran una consecuencia natural de su especulación excesiva de los años 20. Además, temía que al bajar las tasas de interés los extranjeros podrían deshacerse de sus reservas en dólares, con lo que se debilitaría el vínculo de la moneda estadounidense con el oro.
Bernanke leyó ese libro siendo un estudiante en Harvard a principios de los años 70. 'Me volví adicto, y desde entonces he estudiado la economía monetaria y la historia económica', recordó en una conferencia en 2002, que celebrara los 90 años de Milton Friedman: 'En lo que respecta a la Gran Depresión, usted tenía razón. Nosotros la causamos. Y lo sentimos mucho. Pero, gracias a usted, no lo volveremos a hacer' ".




...................................................................................

"Puede que como presidente de la Fed Bernanke no hable mucho de la deflación y la Gran Depresión, pero es improbable que el tema se aleje de su mente. En 2000 empezó a escribir un libro titulado Age of Delusion: How politicians and central bankers created the Great Depression (algo así como: La falsa ilusión: cómo los políticos y banqueros centrales crearon la Gran Depresión). Bernanke esperaba que su teoría desplazara la de Gailbraith en 1955, que ha sido la que más ha influenciado el punto de vista de los estadounidenses respecto a la Gran Depresión, dice Jack Repcheck, editor de W.W. Norton & Sons, una editorial de Nueva York.

Bernanke sólo alcanzó a escribir a escribir 120 páginas, cuando tuvo que someterse a las restricciones de su cargo como miembro de la Fed. Ofreció devolver el adelanto en dinero que la editorial le había pasado. Repcheck rehusó aceptarlo. 'Cuando sea que se decida a dejar su servicio público, ahí lo querríamos publicar', dice el editor".




P.D. Después del desastre financiero que actualmente vive el capitalismo, donde Bernanke no ata ni desata, ¿querrá el editor publicarle su "Santo Grial"?


Imágenes: fsocial1.blogspot.com,tydw.wordpress.com



martes, 9 de diciembre de 2008


La estupidez norteamericana (I)

Edmund Burke, político y escritor inglés del siglo XVIII, dijo que el primer derecho de todo hombre en una sociedad civilizada es el derecho de verse protegido contra las consecuencias de su propia estupidez. EE.UU., después de su fracaso en Vietnam se metió en el atolladero de Irak; y después del crac financiero de 1929, hoy está metido en términos parecidos en el crac hipotecario del 2008. A continuación un texto publicado en 1983 por Selecciones del Reader's Digest, a propósito de la inauguración de un monumento conmemorativo de los ex combatientes de Vietnam.



Como la guerra misma, el monumento es menos de lo que merecían los caídos. Se trata de un monumento que, en rigor, no lo es; conmemora una guerra que, técnicamente, no fue tal. Aquel conflicto bélico no tuvo principio ni fin oficiales; sólo un primer muerto y un último muerto. Su significado más profundo se encuentra en el destino de quienes en ella combatieron y que, junto con sus familias, pronta y espontáneamente le dieron ese mismo significado al monumento. Con actos incontables de emoción pura, trataron de completar un monumento que parecía incompleto. Colocaron en él rosas y fotografías de sus hijos y hermanos muertos en combate; lo tocaron constantemente y lo humedecieron con sus lágrimas. Mas aún faltaba algo; algo especial.

Los ex combatientes, al reunirse el pasado mes de noviembre, acabarían por resolver el problema; pero una cosa no podrían corregir: los nombres que hablan más directamente de la guerra no están grabados allí. Que yo sepa, no aparecen los de hijos o nietos de los políticos que urdieron la guerra, ni de los congresistas que aprobaron las asignaciones presupuestarias para que siguiera adelante. La guerra dividió al país, sobre todo introduciendo una cuña entre los que fueron y los que se quedaron.

Tal dicotomía fue cuestión de clases sociales. En mi pelotón de Infantería de Marina había negros del sur, hombres de minorías étnicas de Chicago y Boston, montañeses de los Apalaches, mexicano-norteamericanos procedentes de Texas, y un indio al que llamábamos "el Jefe". Su edad promedio no llegaba a los veinte años y sólo unos cuantos habían terminado la enseñanza secundaria. Eran un muestrario de la clase obrera del país. Ningún muchacho de mi pelotón era hijo de médico, abogado, hombre de negocios, político ni profesor universitario. Casi todos los jóvenes bien preparados conocían las estratagemas para evitar ir a la guerra; en cambio, los menos privilegiados combatieron y murieron.

Fue una guerra librada, con pocas excepciones, por compañías y pelotones, por reclutas y suboficiales. Los coroneles y los generales vivían en casas provistas de aire acondicionado, en la seguridad de la retaguardia. Dormían en camas de verdad, entre sábanas auténticas, y comían exquisitos manjares llevados desde Japón y Filipinas; iban en avión a la guerra, por la mañana, y regresaban a tiempo de comer. La guerra no tuvo ningún propósito que pudieran comprender quienes lucharon en ella. No hubo avances espectaculars hacia el Rin, ni grandes misiones; nada que hiciera a uno sentirse identificado con aquello. Al terminar sus 365 días de servicio, cada soldado se iba a casa, y la guerra continuaba, comenzando para los recién llegados tal como había terminado para los que partían. Eso era absurdo. En semejantes circunstancias, la verdadera misión de mi pelotón no estaba relacionada con ninguna orden superior. Nuestra misión consistía en sobrevivir.

Los que combatieron en Vietnam comprendieron esta realidad: estás solo, y nadie más comparte tu experiencia ni se preocupa por ella; nadie... sólo tus compañeros. Únicamente ellos importan. Y así surgió en las unidades de combate un sentido de compromiso y amor entre los hombres que vivieron, rieron, padecieron y murieron juntos. Cada quien tomaba turno para guiar a los otros hacia lo ignoto de la selva, o se arrastraba para rescatar a los heridos. No lo hacía por la patria, sino por sus compañeros.

Cierta noche, en la retaguardia, un comandante ebrio, tras andar de juerga con unas cantantes filipinas, se acercó al micrófono del radiotransmisor y me ordenó enviar patrullas a una zona infestada de norvietnamitas. "Maten a unos cuantos", repetía. Habría sido un suicidio. Así, pues, simulamos las patrullas en nuestros radios, hablándonos unos a otros como si estuviésemos cruzando ríos, subiendo colinas, tomando nuevas posiciones. No íbamos a arriesgar nuestras vidas por él; por nuestros compañeros, sí; pero no por él.


Broyles, W. "La paz sea con vosotros". En Selecciones del Reader's Digest, Nº 511, junio de 1983



Imágenes: newtonevans.blogspot.com, envozalta.zoomblog.com