sábado, 13 de marzo de 2010


Jotos y mujeres en la literatura mexicana

En México se denomina joto al homosexual y también al afeminado. Lo que sigue es un texto de 1934 publicado en el libro México de Frente y de Perfil del boliviano Tristán Marof. Estamos en plena época de acomodo posrevolucionario y en la literatura oficial mexicana "brillan" féminas y afeminados.


El viajero o el observador, desde el primer instante se sorprende en México del abuso literario de la palabra "joto". Cualquiera se imagina que se trata de algún nombre consagrado. El encanto se desvanece rápidamente, pues los señores literarios "jotos" son tristes y desvaídos burócratas, que desempeñan servicios inferiores en la administración mexicana. Ni siquiera constituyen una banda pintoresca de "pillos" o de "boleros". Trátase de un Salvador Novo o de un Villaurrutia, o de un Genaro Estrada, o de otros, el desencanto es igual. Estos señores pretenden una sutilidad y una mundanidad que sólo dan los viajes y la sabiduría. Salvador Novo o Bobo, es festejado por Xavier Villauretra. Los versos de Genaro Estrada, poeta cuyas nalgas pesan cerca de ciento cincuenta kilos, los leen únicamente él y sus camaradas diplomáticos después de sorber dos docenas de ostras. No tienen ni imaginación. Salvador Novo es autor de un libro sedante, jactancioso y para ciertas mujeres lesbias. Genaro Estrada ha compuesto su "Pero Galín", editado maravillosamente a costa del erario público en México. En este libro el autor relata aventuras cinematográficas e inverosímiles, de pésimo gusto provinciano. Yo me burlé finamente de Genaro Estrada diciéndole que su obra era lo mejor que se había escrito en América Latina desde hacía veinticinco años. Subrayé la palabra mejor y Genaro me escribió conmovido una carta. ¡Yo era entonces en esa época para él un gran artista y un fino crítico! Pero meses después su descontento fue terrible, debido a una crónica que publicó el "Diario de la Marina", de la Habana, sobre la verdadera realidad intelectual mexicana. Aunque el artículo iba firmado por el pintor Diego Rivera y no tenía sino una líneas de exordio mías, "Genaro y su grupo" sospecharon ingenuamente que yo pudiera ser el autor. En el comentado artículo, y que circuló en México de mano en mano, Diego Rivera hablaba de Estrada deliciosamente. Lo llamaba Pontífice de las letras y reaccionario de vieja escuela, pues el poeta en otro tiempo había pertenecido a la redacción de un periódico porfiriano "El Mañana". Contaba Rivera, además, una aventura muy singular que le sucedió al bardo estridentista mientras hacía la digestión tendido en una cama "estilo medicis". Parece que una lámpara de bastante peso, rompiendo sus cadenas cayó sobre su vientre, interrumpiéndole la inspiración.

¡Sabido es que Genaro Estrada se inspira por el vientre desde antes de la revolución mexicana! Tal es el prosista, poeta y diplomático que sirve incondicionalmente en el Ministerio de Relaciones Exteriores a los generales. He aquí una de sus poesías:

"Quisiera ser mariposa..., quisiera ser mariposa y posarme en las más altas ramas de un árbol frondoso"...

(Un ironista agregó: ¡Ilusiones de un gordo!...)


Me olvidaba agregar que Genaro Estrada desde su espectacular puesto burocrático ejercita también sus "venganzas de poeta!... Que de él se diga que es un pésimo político o un lamentable diplomático, no le interesa; pero que alguien se atreva a dudar de su talento poético, inmediatamente el que esto dice es blanco de sus furias. Le tocó a Paco Zamora, periodista nicaragüense y nacionalizado mexicano, dudar de Genaro Estrada le valió una expulsión del país como ¡extranjero pernicioso! (...) Otro literato purista, sin ser "joto" pero que hace literatura "jota", es el estimable joven Torres Bodet. "Sus obras son más selectas y más complicadas que las de sus amigos. ¡Los demás "jotos" le odian porque es trabajador! Su novela "Margarita la Niebla" es un "caso brumoso, nórdico, delicado", que se desarrolla en México, país de primavera, en uno de los barrios aristocráticos de la capital. El libro "Dama de Corazones", de Villaurrutia, es un trabajo que debe leerse con deleite en los garitos y entre los "marihuanos"...
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Entre el grupo "jotista" y las mujeres existe, en verdad, poca diferencia. ¡Sin embargo, las mujeres, en toda época y en toda circunstancia, siempre son más agradables!... Tienen por lo menos su especialidad. Toda mujer de talento por lo general es fea. Ahí están Madame de Stael, Gina Lombroso, Gabriela Mistral. Las mujeres mexicanas que escriben son agradables. No se puede decir que carezca de belleza la amable escritora Amalia Castillo Ledon. Catalina D'Erzell, a pesar de sus cuarenta años exhibe por todas partes su cuerpo de serpiente. No me explico que estas damas teniendo encantos tan apreciables se de a la pesada tarea de escribir y deleitar a los burgueses. Los señores burgueses prefieren el cuerpo de Catalina D'Erzell a sus obras literarias. María Luisa Ross, a quien ciertamente "su cultura la aproxima a las antiguas épocas griegas", es admirada y festejada por la sociedad burguesa. Ella se sitúa en el Partenón y, tal vez por eso, espíritus demasiado alacres la juzguen una de las mejores ruinas. En cambio María Amalia Castillo Ledon es una delicia como "escritora de la revolución mexicana". Los altos funcionarios y los generales admiran en ella sus ojos garzos, sus piernas de estrella, su voz cándida y suave, la cabellera que se rebela detrás de sus finas orejas, sus caderas que se deshacen en curvas poéticas, su cadencia y ritmo al andar. Con que unción el Licenciado Portes Gil y el ingeniero Marte Gómez supieron escuchar a la escritora cuando recitaba las poesías de Urbina o de Espronceda. ¡Una mujer tan agraciada es natural que produzca una literatura especial! (...) Amalia Castillo Ledon es toda una esperanza para el teatro mexicano. Sobre todo ha demostrado que tiene habilidad y belleza natural para triunfar en cualquier escenario. Otra vez recordamos sus ojos garzos, su voz suave, sus piernas de estrella y tanto que hay que decir en homenaje suyo, según la autorizada expresión de un autor teatral llamado Vargas Rea, el cual no representa sus obras por ser "agrarista calificado". Catalina D'Erzell se preocupa de cuestiones psicológicas... ¡Admírese el lector! Sus obras son de tesis... y para apreciarlas es preciso estar al tanto de Jiménez de Asúa, Freud, Marañón y otros. Catalina D'Erzell se ocupa de los "Hijos de la Otra", un drama suyo que ha sido bastante aplaudido por la prensa mexicana. Es una mujer curiosa que escribe por conquistarse un pedacito de gloria, raro capricho en estos tiempos. Le gustaría ser lo que fue Jorge Sand en Francia. Una anécdota pinta de cuerpo entero a la escritora: Cierta noche fui invitado a una reunión literaria a la que también estaba Catalina D'Erzell. Como es su costumbre, llegó la última y nos contó una aventura pintoresca. El "chaufer" habíale pretendido besarla. El "chaufer", que posiblemente era un asiduo concurrente a los dramas de Catalina D'Erzell, quería darle un beso, lo que no pareció extraño a nadie. Ella se negó al principio, discutió, usó de astucia, pero el "chaufer" quería un beso largo, lleno de saliva, de emoción, de aristocracia, tal como se dan los personajes de Catalina D'Erzell, en el teatro. En tal peligroso trance, ella convino con el "chaufer" el beso, pero a condición de que le permitiese bajarse. El "chaufer" también se bajó, y ésta fue la razón para que llegase tarde a la reunión.


Festejamos la ocurrencia de la escritora y le suplicamos que tomases una copa de coñac, pues se encontraba con cierto desgaste nervioso y medular. Alguien pretendió hablar mayor tiempo con ella pero Catalina se desmayó en sus brazos. ¡Hubo que llamar un espiritista!...



Tristán Marof (1934). México de frente y de perfil. Buenos Aires: Claridad.
Tristán Marof, seudónimo del escritor boliviano Gustavo A. Navarro (1898-1979).
Imágenes: lasiega.org, redescolar.ilce.edu.mx, sre.gob.mx, cache3.asset-cache.net, escritores.cinemexicano.unam.mx
El sexo, antes y ahora

Son pocos los periodistas que escriben bien y con el creciente imperio de lo audiovisual en el periodismo, la "especie" de estos periodistas que hacen buena literatura en sus trabajos, va a desaparecer. Con la muerte de Tomás Eloy Martínez la alianza de periodismo y buena literatura se ha empobrecido irremediablemente. A continuación, reproducimos un texto de don Tomás Eloy a modo de homenaje.




Aun a mediados de los años 1950, dos décadas después de que D.H. Lawrence hubiera publicado El amante de Lady Chatterley y Henry Miller su Trópico de Cáncer, la palabra "sexo" seguía pronunciándose en voz baja.

Se consideraba también ofensivo o de pésimo gusto verla asomar la nariz en diarios y revistas.

Aunque el sexo era inevitable, se vivía como si no existiera. Recuerdo los laberintos teológicos en que se internaban los profesores de religión cuando debían explicar el dogma de Pío IX según el cual María, madre de Dios, fue engendrada sin pecado original. Engendrar, concebir eran vocablos misteriosos en aquella época. Para definirlos, se empleaban sinónimos igualmente oscuros: procrear, reproducir, fecundar, copular. El lenguaje era una lluvia, pero los sentidos seguían siendo un desierto.

En ese mundo de represiones bajo control irrumpió el zoólogo norteamericano Alfred Charles Kinsey, y con sólo dos libros lo puso de cabeza abajo. Los tiempos eran inoportunos, porque la Guerra Fría había creado una paranoia que lo abarcaba todo: primero el comunismo, luego el sexo. La caza de brujas, encabezada por el senador Joseph McCarthy, estaba en su apogeo.

Ahora, quizá porque en el horizonte hay turbulencias parecidas, la figura de Kinsey vuelve a ser el centro de otro debate ideológico, tanto más insólito cuanto más se piensa en que los crímenes de medio siglo atrás -la homosexualidad, la masturbación, el aborto- son ya temas de reflexión abierta.




Fiebre Kinsey

En 1997 se había publicado una excelente biografía de Kinsey, escrita por James H. Jones, que destacaba la tortuosa intimidad del propio Kinsey, con episodios de voyerismo, aventuras homosexuales consentidas por su esposa y estímulo a pedófilos para usar esas experiencias en su investigación.

Pero la verdadera marea de obras sobre el tema empezó en el otoño boreal de 2004 con una inteligente novela de T.C. Boyle, The Inner Circle (El círculo íntimo), que recrea los primeros años de Kinsey en Indiana a través del relato de un ayudante ficticio.

El segundo paso, más contundente, lo dio el realizador Bill Condon -autor de una refinada película de 1998, Dioses y Montruos- con su obra Kinsey, en la que el investigador es encarnado por Liam Neeson y su esposa por Laura Linney.

Tanto en la novela como en la película se explican en detalle las técnicas de interrogación empleadas para alentar confesiones, inspirar rápida confianza y no exhibir jamás el menor prejuicio. Aunque las entrevistas se hicieron con el cuidado y rigor que permitía un campo aún inexplorado, la Encyclopaedia Britannica aduce todavía que los datos obtenidos no son por completo dignos de confianza.

El equipo de Kinsey anotaba los resultados en una tabla donde las situaciones estaban escritas en clave, pero más de una vez se revelaban intimidades no previstas. La imaginación sexual del ser humano parecía no tener límites.

La Reina Victoria debió de haberse estremecido en su tumba. Si no lo hizo, decenas de instituciones religiosas y ligas de defensa de la familia tomaron su lugar y pusieron, literalmente, el grito en el cielo.

A Kinsey se le atribuyeron culpas varias: desde haber dado los primeros pasos para la revolución sexual que sobrevino en la década del 60 -en lo que hay algo de razón- hasta tener responsabilidad en los índices crecientes de sida, abusos sexuales a los niños, incesto y pornografía.




Todos contra el científico

La inquina llegó tan lejos que, en vísperas del estreno de Kinsey, la película de Bill Condon, una comentarista de televisión, la doctora Laura Schlessinger, hizo un llamado a un boicot nacional, sin éxito. Quizás alguien le haya advertido que por algún milagro de la esquizofrenia, la obra era una producción de Fox Searchlight, otra de las empresas del magnate conservador Rupert Murdoch, uno de los mayores donantes de las campañas para el aborto y sostén decisivo de George W. Bush en su campaña por la reelección.

Kinsey, la película, corre peligro de desatar pasiones más flamígeras en América Latina y España, donde todavía dura el desconcierto por las persistentes condenas últimas de Juan Pablo II al uso del preservativo -aún en los casos de riesgo severo de contraer el sida- "porque la práctica correcta de la sexualidad supone castidad y fidelidad".

Lo que Bill Condon pone en escena -sin juegos de palabras- es la idea de que el instinto sexual, para la mayoría de la especie, está ligado al placer antes que a la reproducción, y que más bien ésta es consecuencia de aquél.

Un personaje olvidado y marginal de la ciencia, al que la Encyclopaedia Britannica despacha en unas 20 líneas, va así camino de recomenzar el tumulto cultural que provocó con sus dos únicos libros, poco después de la Segunda Guerra.

El primero, Comportamiento Sexual del Hombre, publicado en 1948, tuvo un éxito instantáneo. Aunque es un relato ante todo estadístico, con fragmentos de confesiones intercalados, en los primeros tres meses vendió 200 mil ejemplares.

Cinco años después, el segundo libro, dedicado a las mujeres, levantó una polvareda aún mayor. Indignado, el reverendo Billy Graham declaró que Kinsey se había olvidado de entrevistar, sin duda, "a las cristianas de este país que construyen sus vidas con virtud, decencia y pureza".

Un par de semanas antes del estreno de Kinsey, Bush convocó a los senadores recién electos y les dijo que, si defendían causas como la pena de muerte para las prácticas de aborto y tolerancia cero a los matrimonios homosexuales, había llegado el momento de poner manos a la obra.

Los tiempos que corren son de prohibición y represión, pero la especie humana no acepta que se la prive de los derechos que creía ganados. Mientras el poder va en una dirección, el mundo sigue a pie firme en la dirección opuesta.



La República (Lima-Perú), 03.04.2005
Imágenes: blogs.rtve.es, americanfortruth.com