lunes, 3 de septiembre de 2012

Maestros y educación

Ahora que en varios países iberoamericanos (Chile, España, Perú) el rol del maestro está siendo cuestionado y se le culpabiliza del fracaso educativo de las últimas décadas, es pertinente reflexionar sobre las palabras del educador peruano Luis Jaime Cisneros, entrevistado por la revista Bajo la Lupa en el año 2010.



Bajo la Lupa (BLL): Hay quienes llaman a la educación pública en nuestro país "la gran estafa".  Padres y madres de familia se sienten estafados porque invierten recursos importantes para enviar a sus hijos al colegio pero la educación que reciben no les permite desplegar todas sus capacidades, apenas consiguen bajísimos dominios en habilidades básicas como la lectura, escritura y matemáticas. ¿Qué sería lo fundamental que tendríamos que cambiar en el sistema educativo para asegurar a las nuevas generaciones una educación humanista, útil para la vida, enriquecedora, que amplíe las opcios y libertades de las personas?

Luis Jaime Cisneros (LJC): Lo que necesitamos es tener una idea clara del país que integramos; de lo que en este país hemos generado y de lo que esperamos para el futuro.  Todo ha fracasado, porque nunca se tuvo en cuenta que el progreso implicaba cambios en el sistema educativo, dado que los ideales que debía infundir la escuela no siempre eran los mismos.  Muchos aspectos educativos estaban anclados en el siglo XIX.  Somos una sociedad anclada en un mundo en que se han deteriorado muchos valores y el dinero ha alcanzado prestigio inusitado. En esta sociedad se mueven los estudiantes.  Debemos trabajar para corregir muchas cosas, para asegurar los valores sin cuya vigencia la escuela carece de sentido educativo.  Fundamentalmente, el trabajo escolar debe ayudar al alumno a ser (y considerarse persona).

BLL: El Ministerio de Educación afirma que habría mejorado en algo la comprensión lectora y la habilidades matemáticas en las escuelas públicas.  Pero las brechas entre educación urbana y rural y entre educación privada y estatal no se están reduciendo.  ¿Qué opina de la permanencia de esta brecha? ¿Qué implica para la construcción de un país integrado en el que todos encuentren su espacio para vivir y progresar en un ambiente de paz?



LJC: Una seria actitud crítica para evaluar el sistema educativo vigente no puede tener en cuenta declaraciones ni discursos, todos ellos ocasionales.  Lo que se mide y lo que cuenta son los resultados. Y basta que la autoridad reconozca resultados deficientes para echarse a investigar qué ocurre: si se trata de los métodos, de los temas, de las lecturas. Muchos opinan sobre estos asuntos, pero las opiniones delata la pobre informació científica que la respalda. La escuela urbana constituye una realidad distinta de la escuela rural.  Esas realidades deben ser enfocadas desde la zona interesada.  Hoy hay zonas rurales que ha desarrollado sistemas que merecen atención.  Hay que aceptar la realidad: los problemas educativos del mundo rural los deben resolver los expertos del mundo rural: son asuntos de orden sociológico y no administrativo.  Cada zona del país debe recibir la educación que necesita.

BLL: Nos preocupa la situación de los maestros.  Los países con mejores desempeños educativos tienen en común haber privilegiado el factor docente para establecer la mejor relación maestro-alumno.  Selección, formación, salario, acompañamieto, han sido clave para el éxito.  En el Perú, por el contrario, vemos maltrato a los docentes, se los culpabiliza de lo mal que está la educación y les bajan la autoestima.  En su opinión: ¿Qué incidencia tiene la relación del maestro con sus alumnos sobre la calidad educativa? ¿Qué tendría que cambiar en esa relación para asegurar una educación de calidad a nuestros estudiantes? Y ¿por dónde empezar el cambio?

LJC: Necesitamos abrir espacio para la vocación magisterial. Si al maestro no lo respalda una auténtica vocación, no hay maestro ni hay por qué hablar de educación.  Y la vocación no se encuentra necesariamente vinculada con una disciplina determinada.  Tiene que ver con el estudiante, que es un previo desconocido.  Enseñar sabiendo que no todos los muchachos tienen el mismo grado de atención, ni el mismo tipo de interés por el estudio, ni el mismo grado de inteligencia.  Si a uno no le interesa realmente estos requisitos, no hay vocación que respalde la enseñanza.  Hay que estar en condiciones de trabajar con muchachos que no tienen confianza asegurada en su propio ritmo intelectual.  Necesitamos que el alumno pueda recibir el conocimiento con alegría.  Necesitamos ayudarlo a que se cosidere "persona"; a valorar su opinión.  Muchos de esos logros son fruto de conversaciones con el alumno, y no de clases sobre una determinada disciplina.  Para ofrecer enseñanza de calidad, el maestro necesita conocer al alumno.

Bajo la lupa (Lima-Perú), mayo de 2010. "Si no hay auténtica vocación, no hay maestro ni hay educación".
Imágenes: educacion.laguia2000.com, napa.com.pe