martes, 31 de julio de 2007


La visión unificadora (parte 2)

"Pero aquí hay que hacer una importante distinción. El siglo XX europeo contempla con justificados recelos la "reducción" del mundo que lo rodea, de sus experiencias y emociones, a un conjunto de fórmulas abstractas, desprovistas de color, calor, significado y valor. Para los pitagóricos, en cambio, la cuantificación de la experiencia no significaba un empobrecimiento sino un enriquecimiento. Los números eran, para ellos, tan sagrados como la más pura de las ideas, incorpóreos y etéreos; en consecuencia, la unión de la música con los números sólo podía ennoblecerla. El adepto canalizaba el ekstasis religioso y emocional derivado de la música hacia el ekstasis intelectual, la contemplación de la divina danza de los números. Así, las vulgares cuerdas de la lira adquieren una importancia subordinada; pueden construirse de distintos materiales, con variados gruesos y longitudes, siempre que se observen las proporciones: lo que produce la música son las relaciones, los números, el esquema de la escala. Los números son eternos, mientas que todo lo demás es perecedero; no pertenecen a la naturaleza de la materia, sino a la de la mente; permiten operaciones mentales del tipo más sorprendente y delicioso sin referencia alguna al tosco mundo externo de los sentidos, y así es como se supone debe funcionar la mente divina. La contemplación extática de las formas geométricas y las leyes matemáticas es, pues, el medio más efectivo de purgar el alma de las pasiones terrenas y el principal vínculo entre el hombre y la divinidad".


Koestler, A. (1986). Los sonámbulos. Tomo I

Otra vez: Gargantúa y Pantagruel (II)

"Gargantúa respondió:
- Nada hay tan cierto como que el hábito y la cogulla atraen hacia sí los oprobios, injurias y maldiciones de la gente, lo mismo que el viento atrae a las nubes, como dice Cecías. La razón principal se encuentra en que comen la mierda del mundo, es decir, los pecados, y, como mascamierdas, se les encierra en sus excusados, que son sus abadías y conventos, separados de la sociedad, como los excusados de una casa".


Rabelais, F. Gargantúa y Pantagruel. Libro I. Cap. XL

Gargantúa y Pantagruel (I)

"... lanzó tal estocada a Tripot, que, aunque este se cubrió en la línea alta, partiole de un tajo el estómago, el colon y la mitad del hígado, con lo que le hizo dar con el cuerpo en tierra; al caer, vomitó más de cuatro ollas de sopa y, mezclada con ellas, el alma".

Rabelais, F. Gargantúa y Pantagruel. Libro 1. Cap. XXXV




La visión unificadora (parte 1)

"Los mitos crecen como cristales, según su propio esquema repetido; pero tienen que poseer el adecuado núcleo para iniciar su crecimiento. Ni los mediocres ni los extravagantes poseen el poder de generar mitos; pueden crear una moda, pero pronto desaparecerá. En cambiio, la visión pitagórica del mundo fue tan duradera que aún empapa nuestro pensamiento, incluso nuestro vocabulario. El mismo término "filosofía" es de origen pitagórico; también lo es "armonía" en su sentido más amplio; y cuando llamamos a los números "cifras", hablamos con la jerga de la orden.
La esencia y el poder de esa visión residen en su carácter global y unificador; une religión y ciencia, matemáticas y música, medicina y cosmología, cuerpo, mente y espíritu, en una inspirada y luminosa síntesis. En la filosofía pitagórica se interrelacionan entre sí todas las partes componentes; presenta una superficie homogénea, como una esfera, de modo que resulta difícil decidir por qué lado penetrar en ella. Pero el más sencillo de los enfoques es mediante la música. El descubrimiento pitagórico de que la altura de la nota depende de la longitud de la cuerda que la produce y de que los intervalos concordantes en la escala obedecen a simples relaciones numéricas (2:1, octava; 3:2, quinta; 4:3, cuarta, etc.) marcó época: fue la primera reducción con éxito de calidad a cantidad, el primer paso hacia cuantificar la experiencia humana y, en consecuencia, el inicio de lal ciencia".

Koestler, A. (1986). Los sonámbulos. Tomo I.