jueves, 23 de octubre de 2008


Lectura, crítica y costumbres literarias

Desde la antigüedad y la época medieval ha variado significativamente la forma de leer, de componer y de ejercer la crítica literaria. Antes del predominio de la palabra impresa, la oralidad y el manuscrito eran preponderantes y los productos literarios se sometían directamente al juicio del público. Por eso, leer en voz alta a Homero o a Dante puede ser más agradable que leerlos silenciosamente.


- I -

No es probable que alguien discuta la afirmación de que la invención de la imprenta y el desarrollo del arte de imprimir marcan una fecha decisiva en la historia de la civilización. Pero no se aprecia tan fácilmente el hecho de que nuestra asociación con lo impreso ha trasformado nuestras opiniones sobre el estilo literario y artístico, ha introducido ideas relacionadas con la originalidad y la propiedad literaria de las que poco o nada se sabía en la edad del manuscrito, y ha modificado los procesos psicológicos mediante los cuales empleamos palabras para la comunicación del pensamiento. Aquellos que comienzan a leer y criticar la literatura medieval, no siempre se dan cuenta de la anchura del golfo que separa la edad del manuscrito de la edad de la imprenta. Cuando tomamos la edición impresa de un texto medieval, provista de una introducción, un aparato crítico de lecturas variantes, notas y glosario, traemos inconscientemente a su lectura aquellos prejuicios y predisposiciones que años de contacto con lo impreso han hecho habituales. Olvidamos con gran facilidad que estamos tratando con la literatura de una época en que las normas ortográficas variaban, y la corrección gramatical no se estimaba demasiado; en que el lenguaje era fluido y no se consideraba necesariamente como un indicio de la nacionalidad; en la que estilo significaba la observación de rígidas y complicadas reglas retóricas. Copiar y hacer circular el libro de otro hombre pudo ser considerada, en la edad del manuscrito, una acción meritoria; en la edad de la imprenta, acto tal provoca demandas judiciales y daños. Los escritores que desean obtener algún provecho divirtiendo al público, escriben hoy en prosa, en la mayor parte; hasta mediados del siglo XIII, solamente el verso era escuchado. De aquí que, si ha de emitirse un juicio honesto sobre las obras literarias correspondientes a los siglos anteriores a la invención de la imprenta, ha de hacerse algún esfuerzo para comprender la amplitud de los prejuicios bajo los que hemos crecido, y para resistir la involuntaria demanda de que la literatura medieval debe atenerse a las normas de nuestro gusto, o ha de considerarse como cosa de puro interés histórico. En palabras de Renan, "la esencia de la crítica está en saber comprender los estados muy diferentes a aquel en que vivimos" (pág. 1).

Chaytor, H.J. From Script to Print, citado por McLuhan, M. La galaxia de Gutenberg



- II -



Puede decirse que toda la literatura clásica era concebida como una conversación con un auditorio, como una alocución a él dirigida. El drama antiguo es significativamente distinto del moderno porque las obras representadas a la brillante luz del sol ante 40 000 espectadores no pueden ser como las obras representadas ante 400 en una sala obscurecida. De un modo similar, un escrito redactado para que sea declamado en un festival no puede ser como un escrito pensado para que sea leído por un estudioso enclaustrado. La poesía, en particular, muestra que todas sus variedades estaban destinadas a la presentación oral. Incluso los epigramas representan un donaire vocal dirigido al transeúnte ("Vete, extranjero", u otros similares), y algunas veces, como en algunos de los epigramas de Calímaco y sus imitadores, el núcleo se considera como portador de un breve diálogo con el transeúnte. La épica homérica estaba, desde luego, destinada a la lectura en público, y mucho después que la lectura se hizo común, los rapsodas hicieron una profesión de la recitación épica. Pisístrato, que tuvo algo que ver (no sabemos cuánto) con la regularización del texto de Homero, instituyó también la lectura pública de sus poemas en las fiestas panateneas. De Diógenes Laercio aprendemos (1.2.57) que "Solón estipuló que las recitaciones públicas de Homero siguiesen un orden establecido; y así, el segundo recitador debía continuar desde el lugar donde el primero se había interrumpido".

No menos que la poesía, se representaba oralmente la prosa, como sabemos por informes relativos a Herodoto y otros, y la práctica de la presentación oral afectó la naturaleza de la prosa como afectó la poesía. La elaborada preocupación por el sonido, que caracteriza las primeras producciones de Gorgias, no hubiese tenido sentido a menos que sus composiciones estuviesen destinadas a la recitación. Fue el refinamiento que le dio Gorgias lo que permitió a Isócrates mantener que la prosa era la legítima heredera de la poesía, y que debía reemplazarla. Críticos posteriores, como Dionisio de Halicarnaso, juzgaron a los historiadores con el mismo calibre que la oratoria e hicieron comparaciones entre sus obras sin concesiones por lo que habríamos de considerar diferencias necesarias en el género.


Hadas, M. Ancilla to Classical Reading, citado por McLuhan, M. La galaxia de Gutenberg




- III -




Nadie más ajeno a lo medieval que el lector moderno, que resbala la mirada sobre los titulares del periódico y la hace descender por las columnas rebuscando cuestiones de interés, disparado a través de las páginas de cualquier disertación, para descubrir si merece la pena de una más detenida consideración, y detenido para captar el tema de una página en unas cuantas ojeadas rápidas. Ni nada más ajeno a lo moderno que la capaz memoria medieval que, sin el obstáculo de las asociaciones de lo impreso, podía aprender una lengua extraña con facilidad y con los mismos métodos que un niño, y podía retener y repetir largos poemas épicos y elaborados poemas líricos. Por tanto, hemos de subrayar al principio dos cuestiones. El lector medieval, con pocas excepciones, no leía como nosotros lo hacemos; se hallaba al nivel de nuestros balbucientes niños que aprenden; cada palabra era para él una entidad separada y, a veces, un problema que se musitaba a sí mismo cuando le había hallado solución; este hecho es una cuestión de interés para aquellos que editan los escritos de aquella época. Además, como los lectores eran pocos, y muy numerosos los que podían escuchar, la literatura de aquellos primeros tiempos se producía en gran parte para la recitación en público; de aquí que tuviese un carácter retórico más que literario, y su composición estaba gobernada por las reglas de la retórica.


Chaytor, H.J. ob. cit en McLuhan, M. La galaxia de Gutenberg




- IV -



Si un autor deseaba saber si su obra era buena o mala, la probaba ante un auditorio; si era aprobada, pronto seguían imitadores. Pero los autores no se veían constreñidos por modelos o sistemas... el auditorio quería una historia con mucha acción y movimiento; la historia, en general, no demostraba gran dominio en el trazo de caracteres; eso se dejaba al recitador, que retrataba con cambios de voz y gesto.

Chaytor, H.J. ob. cit.
- V -



... en la Edad Media, como en la antigüedad, usualmente leían no como hoy, principalmente con los ojos, sino con los labios, pronunciando lo que veían, y con los oídos escuchando las palabras pronunciadas, oyendo lo que se llama la "voz de las páginas". Es realmente una lectura acústica; legere significa al mismo tiempo audire; sólo se comprende lo que se oye, como todavía hoy decimos "entendre le latin", que significa "comprenderlo". Sin duda que la lectura en silencio, en voz baja, no era desconocida; en este caso se designaba con expresiones como la de San Benito: tacite legere o legere sibi, y de acuerdo con San Agustín: legere in silentio, como opuesto a la clara lectio. Pero, con mayor frecuencia, cuando legere y lectio se emplean sin más explicaciones, significan la actividad que, como el canto y la escritura, requiere la participación de todo el cuerpo y de toda la mente. Los médicos de la antigüedad solían recomendar la lectura a sus pacientes como ejercicio físico a un mismo nivel que el paseo, la carrera o el juego de pelota. El hecho de que el texto que se iba componiendo o copiando se escribía frecuentemente al dictado en voz alta, sea a sí mismo o a un secretario, explica satisfactoriamente los errores, debidos aparentemente al oído, de los manuscritos medievales; el empleo del dictáfono produce hoy errores similares.
Leclerq, J. The Love of Learning and the Desire for God, citado por McLuhan, M.



Actualmente, los chinos aún escriben sus poemas en concordancia con determinadas melodías. Por ejemplo, Oda a la Flor del Ciruelo, según la melodía Pu Suan Tsi. Sobre esta relación de música y poesía presentamos la opinión de Gerard Manley Hopkins, poeta británico del siglo XIX. Refiriéndose a su poema Spel from Sybil's Leaves, dice:

"De este largo soneto recordad sobre todo lo que es válido en todos mis versos; que está hecho, como todo arte vivo debe estarlo, para ser representado, y que su representación no es leerlo con los ojos, sino en alto, despaciosamente, en recitación poética (no retórica), con largas pausas, largas detenciones en las rimas y en otras sílabas marcadas, y así sucesivamente. Este soneto debería ser cantado: está cuidadosamente medido en tempo rubato".


Imágenes: monografias.com, elsotanodelconocimiento.wordpress.com, olmo.pntic.mec.es

martes, 14 de octubre de 2008


El raje

La opinión ilustrada de Marco Aurelio Denegri sobre el significado de una de las actividades más comunes y detestables del ser humano, resultado de la hipocresía que abunda en nuestra vida social.




Maledicencia es la acción y efecto de hablar mal de alguien y desacreditarlo. Equivale por lo general a raje y éste a murmuración, en la tercera acepción de murmurar, esto es, hablar de un ausente, censurando sus acciones.

El chisme, desde luego, se relaciona también con la murmuración, el raje y la maledicencia. ¿Qué es el chisme? Según la Academia: "Noticia, o comentario, verdadero o falso, con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras, o se murmura de alguna".

Carlos Alberto Seguín decía que el vocablo chisme tenía el mismo origen griego de cisma y esquizofrenia, voces procedentes de schizo-, y éste de schizein, que en griego significa cortar, separar, dividir. Por eso la Academia dice que el chisme pretende indisponer a unas personas con otras, separarlas, enfrentarlas, desunirlas, desarmonizar su relación. Pero no siempre es ésa la intención del chisme, ni tampoco el chisme es exactamente lo mismo que el raje, ni el raje equivale precisamente a la murmuración. Pero claro está que todos estos conceptos se emparientan muy estrechamente. El concepto central es el de hablar mal de un ausente, censurándolo y desacreditándolo. Esta maledicencia alcanza en el raje una intensidad y violencia que la murmuración y el chisme no tienen. Nótese que rajar, en sentido recto, es dividir en rajas, y raja es cada una de las partes de un leño que resulta de abrirlo con un hacha. Rajar es, pues, hender, partir, abrir. El raje es por lo tanto hiriente y vulnerativo. La murmuración y el chisme pueden ser y de hecho son molestos e incomodantes, pero ni la una ni el otro tienen la violencia denigrativa y pulverizante del raje.



Sostengo -y en serio- que el raje nos es necesario. ¿Por qué? Porque nos permite expresar lo que las convenciones sociales normalmente no nos permiten. Por ejemplo, las convenciones sociales no permiten la absoluta franqueza en el trato con los demás, pues ello traería consigo mil y uno problemas y dificultades. Cuentan los biógrafos de Émile Zola que el haber sido este gran novelista tan franco y directo en sus relaciones con los demás, le ocasionó muchos contratiempos. Cuando le presentaban a alguien y él advertía que se trataba de un estúpido, interrumpía inmediatamente el diálogo y le decía a su interlocutor: "Señor, no puedo seguir hablando con usted, porque usted es un estúpido". Nosotros, en la vida diaria, no podemos tener esa franqueza, porque estaríamos peleando todo el día. Pero en el raje nos desquitamos y decimos: "Ah, ¿fulanito? Bueno, ése es un estúpido".

El raje es pues útil. Es un desahogo ante las restricciones e imposiciones de la vida social. Y a veces no es ocasional, sino solencia. Tal el caso del escritor venezolano Rufino Blanco Fombona (1874-1944), que se despachó a gusto cuando hubo de entrevistarlo el poeta arequipeño Alberto Guillén (1897-1934).

"-¿Qué le parece Linares Rivas? -le preguntó Guillén.
"- El más mediocre de los mediocres.
"- ¿Y Palacio Valdés?
"- Un Linares Rivas de la novela. Ambos sirven para uso de las señoritas de la clase media, que es media en todo. Ni Palacio Valdés ni Linares Rivas son de una estupidez absoluta; son peor que eso: son mediocres.
- "Y Sanchiz, ¿qué opinión le merece?
"- Ninguna. Yo puedo ver, aun sin quererlo, a un corpúsculo como Linares Rivas, pero mis lentes no son microscopios para descubrir microbios" (Alberto Guillén, La linterna de Diógenes. "La Aurora Literaria, 1923, 134-135).



Denegri, Marco Aurelio. El raje. En Suplemento Domingo del diario La República (Lima-Perú)
Imágenes: blog.pucp.edu.pe

lunes, 13 de octubre de 2008


La inteligencia del hombre analfabeto

Quizá la más valorada de las cualidades humanas, la inteligencia tiene diversas definiciones. La mejor de ellas es la siguiente: capacidad de resolver problemas.



El hombre analfabeto lanza la red de su pensamiento sobre el mundo todo. La mitología y la religión puede que estén estrechamente relacionadas, pero en donde la una se desarrolla de la vida diaria del hombre, la otra surge de su preocupación por lo sobrenatural. Y así es con su concepto del mundo, que estará compuesto de elementos seculares, religiosos, mitológicos, mágicos y experimentales, todos unidos en uno.

La mayor parte de los pueblos analfabetos es extremadamente realista. Se sienten muy inclinados a poner el mundo bajo su control, y muchas de sus prácticas están proyectadas para asegurar que la realidad se producirá de acuerdo con su mandato. En la convicción de que los espíritus están de su parte, un hombre puede hacer entonces todos los preparativos para el buen éxito de una expedición. Obligar a la realidad para que haga lo que uno le manda, manipulándola en la forma prescrita, es una parte de la realidad para el anafabeto.

Es preciso comprender que los pueblos analfabetos se identifican a sí mismos con el mundo en que viven mucho más intensamente que lo hacen los pueblos civilizados. Cuanto más "civilizada" se hace una persona, tanto más tiende a separarse del mundo en que vive.

Para los analfabetos, lo que ocurre es la realidad. Si las ceremonias previstas para aumentar la natalidad de los animales y la cosecha de plantas se ven seguidas de tal aumento, no sólo las ceremonias están relacionadas con el aumento, sino que son parte de él; porque, sin las ceremonias, el aumento de animales y plantas no se habría producido -éstas son las razones del analfabeto-. No es que el analfabeto se caracterice por tener una mente ilógica; su mente es perfectamente lógica y la emplea muy bien, ciertamente. Un hombre blanco y educado que se encontrase súbitamente trasladado al desierto central australiano no es probable que durase mucho tiempo. En cambio, el aborigen australiano se las compone muy bien. Los aborígenes de todos los países han hecho ajustes en su medio ambiente que indican, más allá de toda duda, que su inteligencia es de un orden superior. Lo inconveniente en el analfabeto no es que no sea lógico, sino que aplica la lógica con demasiada frecuencia, muchas veces sobre la base de premisas insuficientes. Generalmente supone que los sucesos asociados están relacionados causalmente. Pero ésta es una falacia que comete continuamente la mayoría de las gentes civilizadas, ¡y aún se sabe que ocurre entre científicos muy preparados! Los analfabetos tienden a adherirse muy rígidamente a la ley de asociación y causación, pero la mayor parte de las veces es operante, y, según la ley pragmática, lo que es operante se tiene por verdadero.



Nada estaría más lejos de la verdad que la idea de que los analfabetos son completamente crédulos, criaturas dominadas por la superstición y el miedo, sin capacidad ni oportunidad alguna para pensar con independencia y originalidad. A más del buen sentido del caballo, el analfabeto demuestra usualmente mucho sentido práctico basado en la apreciación de las duras realidades de la vida.


Ashley Montagu, Man, His First Million Years,
citado por Mc Luhan, M. (1985). La galaxia de Gutenberg. México: Origen/Planeta.