jueves, 26 de diciembre de 2013

Génesis 38
Historia de Judá y Tamar



Por aquel  tiempo bajó Judá de donde sus hermanos para dirigirse a cierto individuo de Adul-lam llamado Jirá. Allí conoció Judá a la hija de un cananeo llamado Súa, y tomándola por esposa se llegó a ella; ella concibió y dio a luz un hijo, al que llamó Er. Volvió a concebir y dio a luz a otro hijo, al que llamó Onán. Nuevamente dio a luz otro hijo, al que llamó Selá. Ella se encontraba en Akzib al darle a luz.

Judá tomó para su primogénito Er a una mujer llamada Tamar. Er, el primogénito de Judá, fue malo a los ojos de Yahveh, y Yahveh le hizo morir. Entonces Judá dijo a Onán: "Cásate con la mujer de tu hermano y cumple como cuñado con ella, procurando descendencia a tu hermano". Onán sabía que aquella descendencia no sería suya, y así, si bien tuvo relaciones con su cuñada, derramaba a tierra, evitando el dar descendencia a su hermano. Pareció mal a Yahveh lo que hacía y le hizo morir también a él. Entonces dijo Judá a su nuera Tamar: "Quédate como viuda en casa de tu padre hasta que crezca mi hijo Selá". Pues se decía: "Por si acaso muere también él, lo mismo que sus hermanos". Tamar se fue y quedó en casa de su padre.

Pasaron muchos días, y murió la hija de Súa, la mujer de Judá. Cuando Judá se hubo consolado, subió a Timná para el trasquileo de su rebaño, junto con Jirá su compañero adulamita. Se lo notificaron a Tamar. "Oye, tu suegro sube a Timná para el trasquileo de su rebaño". Entonces ella se quitó de encima sus ropas de viuda y se cubrió con el velo, y bien disfrazada se sentó en Petaj Enáyim, que está a la vera del camino de Timná. Veía, en efecto, que Selá había crecido, pero que ella no le era dada por mujer.




Judá la vio y la tomó por una ramera, porque se había tapado el rostro, y desviándose hacia ella dijo: "Déjame ir contigo -pues no la reconoció como su nuera. Dijo ella: "¿Y qué me das por venir conmigo?" -"Te mandaré un cabrito de mi rebaño". -Si me das prenda hasta que me lo mandes...". -"¿Qué prenda he de darte?". -"Tu sello, tu cordón y el bastón que tienes en la mano". Él se lo dio y se unió a ella, la cual quedó encinta de él. Entonces se marchó ella y, quitándose el velo, se vistió sus ropas de viuda.

Judá, por su parte, envió el cabrito por mediación de su compañero el adulamita, para rescatar la prenda de manos de la mujer, pero éste no la encontró. Preguntó a los del lugar: "¿Dónde está la ramera aquella que había en Enáyim, a  la vera del camino?" -"Ahí no ha habido ninguna ramera"-dijeron. Entonces él se volvió donde Judá y dijo: "No la he encontrado; y los mismos lugareños me han dicho que allí no ha habido ninguna ramera". "Pues que se quede con ello -dijo Judá-; que nadie se burle de nosotros. Ya ves cómo he enviado ese cabrito, y tú no la has encontrado".

Ahora bien, como a los tres meses aproximadamente, Judá recibió este aviso: "Tu nuera Tamar ha fornicado, y lo que es más, ha quedado encinta a consecuencia de ello". Dijo Judá: "Sacadla y que sea quemada". Pero cuando ya la sacaban, envió ella un recado a su suegro: "Del hombre a quien esto pertenece estoy encinta", y añadía: "Examina, por favor, de quién es este sello, este cordón y esta bastón". Judá lo reconoció y dijo: "Ella tiene más razón que yo, porque la verdad es que no la he dado por mujer a mi hijo Selá". Y nunca más volvió a tener trato con ella.

Al tiempo del parto resultó que tenía dos mellizos en el vientre. Y ocurrió que, durante el parto, uno de ellos sacó la mano, y la partera le agarró y le ató una cinta escarlata a la mano, diciendo: "Éste ha salido primero". Pero entonces retiró él la mano, y fue su hermano el que salió. Ella dijo: "¡Cómo te has abierto brecha!". Y le llamó Peres. Detrás salió su hermano, que llevaba en la mano la cinta escarlata, y le llamó Zéraj.



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Génesis 19
Origen de los moabitas y ammonitas



Subió Lot desde Soar y se quedó a vivir en el monte con sus dos hijas, temeroso de vivir en Soar. Él y sus dos hijas se instalaron en una cueva.

La mayor le dijo a la pequeña: "Nuestro padre es viejo y no hay ningún hombre en el país que se una a nosotras, como se hace en todo el mundo. Ven, vamos a propinarle vino a nuestro padre, nos acostaremos con él y así engendraremos descendencia". En efecto, propinaron vino a su padre aquella misma noche, y entró la mayor y se acostó con su padre, sin que él se enterase de cuándo ella se acostó ni cuándo se levantó. Al día siguiente dijo la mayor a la pequeña: "Mira, yo me he acostado anoche con mi padre. Vamos a propinarle vino también esta noche, y entras tú a acostarte con él, y así engendraremos de nuestro padre descendencia".

Propinaron, pues, también aquella noche vino a su padre, y levantándose la pequeña se acostó con él, sin que él se enterase de cuándo ella se acostó ni cuándo se levantó. Las dos hijas de Lot quedaron encinta de su padre. La mayor dio a luz un hijo, y le llamó Moab: es el padre de los actuales moabitas. La pequeña también dio a luz un hijo, y le llamó Ben Ammí: es el padre de los actuales ammonitas. 
Génesis 19
Destrucción de Sodoma y Gomorra




Los dos ángeles llegaron a Sodoma por la tarde. Lot estaba sentado a la puerta de Sodoma. Al verlos, Lot se levantó a su encuentro y postrándose rostro en tierra, dijo: "Ea, señores, por favor, desviaos hacia la casa de este servidor vuestro. Hacéis noche, os laváis los pies, y de madrugada seguiréis vuestro camino". Ellos dijeron: "No; haremos noche en la plaza". Pero tanto porfió con ellos, que al fin se hospedaron en su casa. Él les preparó una comida cociendo unos panes cenceños y comieron.

No bien se habían acostado, cuando los hombres de la ciudad, los sodomitas, rodearon la casa desde el mozo hasta el viejo, todo el pueblo sin excepción. Llamaron a voces a Lot y le dijeron: "¿Dónde están los hombres que han venido donde ti esta noche? Sácalos, para que abusemos ellos" (*).

Lot salió donde ellos a la entrada, cerró la puerta detrás de sí, y dijo: "Por favor, hermanos, no hagáis esta maldad. Mirad, aquí tengo dos hijas que aún no han conocido varón. Os las sacaré y haced con ellas como bien os parezca, pero a estos hombres no les hagáis nada, que para eso han venido al amparo de mi techo". Mas ellos respondieron: "¡Quita allá! Uno que ha venido a avencidarse, ¿va a meterse de juez? Ahora te trataremos a ti peor que a ello". Y forcejearon con él, con Lot, de tal modo que estaban a punto de romper la puerta. Pero los hombres alargaron las manos, tiraron de Lot hacia sí, adentro de la casa, cerraron la puerta y a los hombres que estaban a la entrada de la casa les dejaron deslumbrados desde el chico hasta el grande, y mal se vieron para encontrar la entrada.


(*) El pecado contra naturaleza que toma su nombre de este relato era abominable para los israelitas (Lv 18 22) y castigado con la muerte (Lv 20 13), pero se hallaba extendido en torno a ellos (Lv 20 13). 


Eros bíblico


Un libro sagrado como La Biblia no podía evadir la tarea de proponer y dictaminar sobre los asuntos eróticos, tan ligados a la perpetuación de la vida y la búsqueda del placer. En sus páginas podemos encontrar muestras de un tosco, brutal y culpable erotismo, directamente ligado al pecado y al rechazo de las práctica de los pueblos no judíos, contemporáneos del Israel del Antiguo Testamento. Allí podemos encontrar la raíz de la atormentada sexualidad judeo-cristiana que impera actualmente en la "civilización occidental".



Génesis 6
Los hijos de Dios y las hijas de los hombres (*)

Cuando la humanidad comenzó a multiplicarse sobre la haz de la tierra y les nacieron hijas, vieron los hijos de Dios que las hijas de los hombres les venían bien, y tomaron por mujeres a la que preferían de entre todas ellas. Entonces dijo Yahveh: "No permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne; que sus días sean ciento veinte años". Los nefilim existían en la tierra por aquel entonces (y también después), cuando los hijos de Dios se unían a las hijas de los hombres y ellas les daban hijos; estos fueron los héroes de la antigüedad, hombres famosos.


(*) Episodio difícil (de tradición yahvista). El autor sagrado se remite a una leyenda popular sobre los Gigantes, en hebreo Nefilim, que habrían sido los Titanes orientales, nacidos de la unión entre mortales y seres celestiales. Sin pronunciarse sobre el valor de esta creencia, y disimulando su aspecto mitológico, se limita a recordar una raza insolente de superhombres, como ejemplo de la perversidad creciente que va a dar motivo al diluvio. El judaísmo posterior y casi todos los primero escritores eclesiástico han vito ángeles culpables en estos "hijos de Dios". Mas, a partir del siglo IV, en conformidad con una noción más espiritual de los ángeles, los Padres han interpretado comúnmente "los hijos de Dios" como el linaje de Set, y las "hijas de los hombres" como la descendencia de Caín.


domingo, 10 de noviembre de 2013

Dos rockeros

El rock and roll y sus derivas, constituyen el aspecto más difundido de la cultura juvenil que inundó la sociedad mundial a partir de los años 50 del siglo XX. El epicentro de esta conmoción fue el mundo anglosajón, especialmente Inglaterra, aunque la sustancia fue afroamericana. El mayor impacto de la onda rockera se sintió en las sociedades "occidentales y cristianas", y también en los sectores occidentalizados del mundo oriental. A continuación, dos rockeros: uno canónico y otro excéntrico que, sin embargo, "conversan" y se entienden.



El alma secreta

Han pasado 10 años desde que George Harrison dejó el mundo material y casi 40 de la separación de los Beatles, pero el descubrimiento de la dimensión de su aporte a la banda de Liverpool está lejos de haber terminado.

En el libro que ha aparecido para acompañar el lanzamiento de Living in The Material World (el documental de Martin Scorsese sobre George Harrison) se incluye una cita de George Martin, el productor musical de los Beatles, que revela una característica central del cuarteto. Recordando la primera sesión de grabación que tuvo con ello, Martin dice: "Miré a esos cuatro muchachos y pensé, 'bueno, ninguno de ellos da la impresión de estar por encima de los otros', y tuve que resolver en mi mente, en mi tonta mente, quién habría de ser el cantante principal. De pronto caí en la cuenta de que los tomaría como lo que eran, como un grupo. Al diablo con el cantante principal. Ellos cantarían juntos".

Poco tiempo después, Mick Jagger fue mucho más explícito y, con profunda intuición, rebautizó a los Beatles como "el monstruo de cuatro cabezas". Había comprendido que, individualmente, John, Paul, George y Ringo eran seres humanos; pero que, juntos, se convertían en una entidad que excedía largamente la suma de sus partes.



Es la ignorancia de esta peculiar naturaleza de la banda lo que ha estado siempre detrás de la absurda disputa sobre si la mayor parte del éxito que alcanzaron le corresponde a Lennon o a McCartney, así como del necio ninguneo a Starr. Pero, sobre todo, de la dificultad de aislar el aporte de Harrison al sonido del grupo, pues si no se considera los ingredientes de colaboración, competencia e inspiración mutua que tan esenciales fueron a la química de los Beatles, ese esfuerzo está inevitablemente condenado al fracaso.

George se incorporó a lo Quarry Men (el germen de lo que luego sería el mítico cuarteto) siendo apenas un adolescente (14 años) y a insistencia de su compañero de colegio Paul, que apreciaba su dominio de la guitarra. Rápidamente sintonizó con el humor irreverente y el hambre de fama de Lennon y McCartney, pero era tratado con una cierta suficiencia por ellos. Él, sin embargo, no se dejó desanimar por eso. Además, nadie discutía que los solos debían correr por cuenta suya, no únicamente en lo tocante a ejecución, sino también en su definición nota por nota, lo que le valió en algún momento reconocimiento en los créditos de composición de los temas (véase los casos de In spite of all the danger o Cry for a shadow). Y si bien ese gesto de justicia de John y Paul desapareció poco antes de la consagración de la banda, el compromiso de George con los productos musicales de sus compañeros solo acabó con la separación, en 1970. En ese sentido, es evidente que I Saw Her Standing Here, A Hard Day's Night, Drive My Car o Hey Bulldog nunca habrían ido lo que son sin los punteos de Harrison. Y lo mismo puede decirse del "riff" de guitarra acústica de And I Love Her, o el efecto del pedal en Yes It is. Pero, claro, algo parecido habría que señalar acerca de, digamos, el bajo de Paul en While My Guitar Gently Weeps o Something (dos de las composiciones más aclamadas de Harrison).


Conviene, en consecuencia, explorar el aporte de George al combo un poco más allá de aquello que se desprendía naturalmente de sus responsabilidades como primera guitarra. Ocupan un lugar especial en ese apartado los instrumentos y criterios musicales hindúes que él introdujo al grupo. Esto no se limitó, como suele creerse, a la aparición de una frase de cítara en Norwegian Wood. Se manifestó también a través de la incorporación de la tamboura y la tabla en Getting Better o Your Mother Should Know; o de la replicación de la línea melódica de la voz a través de la guitarra en Lucy in the Sky with Diamonds. Harrison, no obstante, no estaba únicamente interesado en lo que Oriente podía ofrecerles a los Beatles, pues fue él mismo quien trajo el sintetizador Moog a las grabaciones del disco Abbey Road (acaso la primera incursión de este instrumento en el rock). Una adición que benefició a su propia Here Comes the Sun, pero también al Because de Lennon o el Oh! Darling de McCartney.

Como cantante, George no lo hacía mal (y fue mejorando con el tiempo). Pero en el cuarteto tenía el reto imposible de superar a John y Paul, dos de las mejores voces que el rock británico ha conocido, así que debió conformarse con cumplir ese rol en los tema de su autoría. Hay que destacar, sin embargo, su limpio trabajo en la interpretación de los temas para tres voces, como This Boy o Sun King.

Sus virtudes como compositor, por otra parte, empezaron a resaltar en la etapa final de los Beatles con las ya mencionadas While My Guitar Gently Weeps, Here Comes The Sun y Something. Pero en honor a la verdad, esas piezas no hicieron sino confirmar lo que ya habían anunciado antes obra como If I Needed Someone, Taxman o Within You Without You.



Es difícil sintetizar en tan pocas líneas la dimensión musical de quien parece haber sido el alma y el arma secreta de los Beatles. Quizás, sin embargo, quien mejor lo haya hecho hasta ahora sea el también compositor y cantante norteamericano Paul Simon. Ambos compartieron una presentación en el programa de televisión Saturday Night Live en 1976 que, 25 años más tarde, Simon recordó así: "La amalgama de su guitarra y voz con la forma que yo tocaba y cantaba dieron a nuestro dueto una soltura y una musicalidad que me hicieron comprender cuán intrínseca y sutil fue su contribución a la brillante ola creativa de los Beatles. Él hacía sonar bien a cualquier músico sin atraer la atención sobre sí". Un epitafio que seguramente no le habría desagradado al propio George.

Ghibellini, M. El alma secreta. En Somos (Lima-Perú), 03.12.2011





Hernán Condori "Cachuca"

"Cachuca" es el líder de Los Mojarras, una banda poderosa que lo hizo famoso. Sin embargo, más que la fama, le importa la música que siga así.

Los Mojarras es una banda fundamental en nuestra escena rockera. La buena nueva es que Hernán Condori "Cachuca" y Martín Choy (exguitarrita del grupo) vuelven a tocar juntos. El concierto será mañana en el Etnias Bar (Plaza San Martín, Centro de Lima). Hay que oírlos: esto no es un retorno, solo un remember (y no hay nada más gustoso que un remember).

Rafo Ráez me dijo que en el Perú no había banda más "The Doors" que Los Mojarras...
(Ríe). Cuando conocí a Jim Morrison y a The Doors, ya habíamos grabado tres discos. Recuerdo que estábamos en el estudio de Miki González y un amigo me dice -a mí, que no veo películas, ni tele, ni escucho radio y que compongo a partir de lo vivido en la infancia y hoy- que debería ver la película de Oliver Stone. Por entonces, grabábamos un disco y yo me tomaba, cada día, dos botellas de alcohol... como Morrison. Por ese lado estamos relacionados, por la locura, por la pasión, por la bronca contra el mundo, pero musicalmente somos distinto. Nosotros tocamos desde los 80. Éramos una propuesta que ofendía. Con el rock, la gente quería escapar, no verse, no ser; yo cantaba lo que éramos.



Ha habido mucha locura en tu vida, ¿no?
Y sigue habiéndola porque sigo vivo. Me encantan las drogas lícitas y las ilícitas pero, con los años, uno va mejorando. Me gusta divertirme al máximo, voy a cantar hasta morir; no me retiraré ni cantaré homenajes a canciones que alguna vez hice. Yo me paso la vida creando, viviendo...

Necesitas vivir para crear...
Definitivamente. No soy de lo que mira mucho dentro de sí, pues uno allí solo encuentra cojudeces. Por eso prefiero mirar hacia afuera, hacia lo que me rodea y peinarme con la realidad de los demás. Los compositores tenemos la obligación de ser artista de nuestra época: no se va a hablar de caballos en época de aviones. Soy un pintor realista: si veo algo bello o terrible, lo pinto. Hoy compongo una canción para los etnocaceristas. Antauro Humala es mi pata, lo he visitado en Piedras Gordas.

Leo de todo. Carl Jug debería ser obligatorio en el colegio. ¿Música? Escucho lo nuevo. ¿Chicha? No: hoy es absurda y barata.

¿Piensas como él?
Nadie es perfecto, pero su pasión por  peruanizar al Perú me atrae. Acá todos estamos desubicados, no sabemos quiénes somos. Yo nací en el Perú y tengo este rostro inca, esta piel y este apellido. Entonces, ¿por qué no puedo triunfar en mi país? Me siento parte del cambio de una estructura: estamos peruanizando con el arte. El primer hito para cambiar a la derecha absurda han sido los artistas: Yuyachkani, los subterráneos.

Has tocado en eventos de organizaciones cercanas al MRTA...
Pero también tengo canciones a la Policía. En la época de la reconciliación y pacificación nos tocaba entender a dos peruanos que se enfrentaban por amor a su país. Por eso compuse Amigo policía, porque conozco gente allí, que luchó por el Perú, pero también tengo amigo en el otro bando. Yo no tengo miedo de opinar, no sé cómo hay artistas que no tienen opinión política, que solo se interesan por la plata.




También has tocado para los combatientes del Cenepa...
Hermano, la vida es una limonada. Hay que saber combinar el Tánatos y el Eros, nacer y morir; la realidad es esta. Como artista, yo pinto como Picasso: si hay guerra no voy a pintar la paz sino el Guernica.

Creo que el primer disco de Los Mojarras es impresionante...
Es que lo hicimos sin presión. En los otros, las disqueras me tenían como Túpac Amaru: quitándome todo, jalándome, obligándome a escribir para telenovelas. Por eso dejé todo, me denunciaron, me botaron. Entonces me dije: "No seguiré haciendo cojudeces, no volveré a hacer canciones con la misma historia: la cholita que se va a casar con el hijo del rico". Que no me jodan.

¿No te has autosaboteado?
No estar preparado para la fama es lamentable, pues te aplasta, te ahoga, te quita la libertad, te bloquea. Yo perdí a mi esposa, a mis amigos, mi familia se alejó de mí. Dios santo, pero tenía que vivir, pero la fama aburre y satura.

Te recuerdo en Nubeluz...
No podía  negarme. Una vez hasta peleé con Raúl Romero en un set, pues me mandaron a cantar un tema imbécil que hice para una novela. Tuve una discusión tremenda pero, al final, la canté, porque sabía que tenía que pagar derecho de piso. Hoy no lo haría.


Has sido protagonista de un ampay...
Solo de uno: fue en mi barrio, con borrachera y en una bronca, algo natural. Hay muchas boberías en las que no entro y, si en una de esas me encuentran en lo mío, bacán.

¿Te has quedado ganar el respeto de alguien?
Yo busco la fama, pero con respeto. Yo sustento lo que digo siendo consecuente: nunca cambié de barrio, y no les pediría a mis amigos Gian Marco, Christian Meier o Pedro Suárez que vayan a vivir a mi cerro. Sigo en El Agustino, no porque quiera hacerla de héroe, sino porque es lo natural: allí hasta los perros me conocen.

Pajares, G. Entrevista.21. En Perú21 (Lima-Perú), 03.11.11






miércoles, 25 de septiembre de 2013

La revolución del libro (III)

Beatriz de Moura, editora de Tusquets, tuvo que venderla a Planeta para salvarla de la ruina y de la consiguiente desaparición. Tal como ella señala, las razones de fondo para la caída de las editoriales son dos: la crisis económica mundial y el imperio de lo audiovisual en desmedro de la reflexión y la abstracción, "grandes logros" del sistema capitalista en el que vivimos.




"En un contexto de crisis como el actual, la administración de una editorial mediana ha de ser muy fuerte; además, la distribución se puede llevar la mitad de la inversión; por ello necesitas un capital de cierta envergadura para aguantar las inversiones cuando tú no estás generando dinero..."

"[El ocio] se ha deteriorado, o mejor, entregado o sometido voluntariamente a las nuevas tecnologías, a lo audiovisual; el ocio cultural ha desaparecido y si la gente no lo quiere, pues no lo quiere".

"Estamos un poco como en Farenheit 451: no se queman los libros ni damos vueltas por un parque recitándonos fragmentos pero sí está en la atmósfera, la lectura va quedando para unos pocos; no  es menosprecio por el libro; simplemente, se ha dejado de leer..."

Thays, Iván. "Hoy estamos con tirajes de la época de Franco, de apenas 2000 ejemplares".
Blog Moleskine literario
Imágenes:  blogs.vanguardia.com

lunes, 10 de junio de 2013

La revolución  del libro (II)


¿Qué es un libro?




Como todo lo vivo, el libro es indefinible. En todo caso, nadie ha logrado nunca, de un modo completo y para siempre, definir lo que es un libro. Porque un libro no es un objeto como los demás. En la mano, no es sino papel; y el papel no es el libro. Y, sin embargo, también está el libro en las páginas; el pensamiento sólo, sin las palabras impresas, no formaría un libro. Un libro es una "máquina para leer", pero nunca se puede utilizar mecánicamente. Un libro se vende, se compra, se cambia, pero no se le debe tratar como una mercancía cualquiera porque es a la vez múltiple y único, innumerable e insustituible.

(...)

Por encerrar en reducido espacio un contenido intelectual y formal de gran densidad, porque puede pasar tan fácilmente de unas a otras manos, porque puede copiarse y multiplicarse cuantas veces se quiera, el libro es el más sencillo de los instrumentos que, a partir de un punto dado, puede liberar innumerables sonidos, imágenes, sentimientos, ideas y elementos de información, abriéndoles las puertas del tiempo y del espacio y, unido a otros libros, volver a concentrar esos datos dispersos hacia una multitud de otros puntos diseminados en el transcurso de los siglos y en la extensión de los continentes, en una infinidad de combinaciones totalmente distintas unas de otras.


Escarpit, R. (1965). La revolución del libro. Madrid: Alianza - UNESCO.
Imagen: oepli.org

lunes, 27 de mayo de 2013

La revolución del libro (I)

Recientemente, las noticias celebraban que en Inglaterra y en Estados Unidos los ebooks (libros electrónicos) habían incrementado notablemente su demanda y que, en algunos rubros, ya superaban las ediciones impresas. Para una persona mínimamente informada esta noticia le muestra dos cosas: las transnacionales de la informática y del entretenimiento están detrás de este supuesto "boom" de los ebooks (que en realidad quisieran que fuera el "boom" de las ganancias), y que el libro impreso ha logrado enfrentar con éxito, una vez más, los embates de las demandas y modas económicas y sociales. ¡Larga vida al libro!



La historia de una biblioteca viva

Había una vez en Roma un rico comerciante que se llamaba Itelio. Se cuentan maravillas sobre sus riquezas fabulosas. Su palacio era tan grande que habría podido contener a todos los habitantes de la ciudad. Cada día se reunían alrededor de su mesa trescientas personas, elegidas entre los ciudadanos más eminentes y más cultivados.

En casa de Itelio no había solamente una mesa; había treinta, todas cubiertas con magníficos bordados de oro.

Itelio hacía servir a sus invitados los manjares más delicados, pero en esta época se tenía la costumbre de recibir a los invitados ofreciéndoles no solamente manjares escogidos, sino también los placeres de una conversación fina y espiritual.

Pero a Itelio no le faltaba nada, excepto instrucción. Apenas sabía leer. La gente que aceptaba sus comidas con placer, se reía de él en secreto.

Sostener una conversación en la mesa le era imposible y si conseguía hacerse escuchar, notaba que sus invitados apenas podían disimular sus sonrisas. Eso era para él insoportable. Pero era demasiado perezoso para estar inclinado mucho tiempo sobre un libro y no tenía costumbre de darse malos ratos. Itelio reflexionó largamente sobre la manera cómo podría mejorar esta situación y he aquí lo que al fin resolvió.


Ordenó a sus mayordomos elegir entre sus numerosos esclavos doscientos de los más inteligentes y de los más instruidos. Cada uno de ellos debía aprender cierto libro de memoria. Por ejemplo, la Ilíada, la Odisea, etc. Esta fue una tarea muy dura para el mayordomo, el cual debió aplicar muchas correcciones a los esclavos antes de poder realizar los deseos de su señor. Pero cuando llegó a conseguirlo, ¡qué placer para Itelio, que tenía al fin una biblioteca viva!

En la mesa, cuando llegaba la hora de la conversación, no tenía más que hacer una seña a su mayordomo y de la fila silenciosa de los esclavos, de pie contra el muro, se destacaba un hombre que recitaba un pasaje apropiado. Los esclavos llevaban los nombres de los libros que habían aprendido de memoria: uno se llamaba Odisea, otro Ilíada, el tercero Eneida, etc., etc.

Itelio estaba encantado. Toda Roma hablaba de su biblioteca viva; jamás se había visto una cosa parecida. Pero esto no podía durar, y un buen día, un incidente hizo que toda la ciudad se riera del millonario ignorante.

Después de comer, la conversación versó, como de costumbre, sobre temas literarios. Se hablaba de cómo los hombres festejaban en la antigüedad.
- Yo conozco sobre eso un pasaje célebre en la Ilíada -dijo Itelio, haciendo seña a su mayordomo.
Pero éste se había echado de rodillas, y con una voz temblorosa de espanto murmuraba:
- Perdóneme, señor; Ilíada tiene hoy dolor de estómago.

Ilin, M. (s.f.). Historia de los libros. Buenos Aires: El buen lector.
Imágenes:  laposadadelhermes.eresmas.com,  escuelapedia.com,  


sábado, 16 de febrero de 2013





Coda y adición a Poesía nativa (quechua) de los andes centrales

El sueño del pongo
(José María Arguedas)



Un hombrecito se encaminó a la casa-hacienda de su patrón. Como era siervo iba a cumplir el turno de pongo, de sirviente en la gran residncia. Era pequeño, de cuerpo miserable, de ánimo débil, todo lamentable; sus ropas, viejas.

El gran señor, patrón de la hacienda, no pudo contener la risa cuando el hombrecito lo saludó en el corredor de la residencia.
- ¿Eres gente u otra cosa? -le preguntó delante de todos los hombres y mujeres que estaban de servicio.

Humillándose, el pongo no contestó. Atemorizado, con los ojos helados, se quedó de pie.
- ¡A ver! -dijo el patrón- por lo menos sabrá lavar ollas, siquiera podrá manejar la escoba, con esas sus manos que parece que no son nada. ¡Llévate esta inmundicia! -ordenó al mandón de la hacienda.

***



El hombrecito tenía el cuerpo pequeño, sus fuerzas eran sin embargo como las de un hombre común. Todo cuanto le ordenaban hacer lo hacía bien. Pero había un poco como de espanto en su rostro; algunos siervos se reían de verlo así, otros lo compadecían. "Huérfano de huérfanos; hijo de viento de la luna debe ser el frío de sus ojos, el corazón pura tristeza", había dicho la mestiza cocinera, viéndolo.

El hombrecito no hablaba con nadie; trabajaba callado; comía en silencio. Todo cuanto le ordenaban, cumplía. "Sí, papacito; sí mamacita", era cuanto solía decir.

Quizá a causa de tener una cierta expresión de espanto y por su ropa tan haraposa y acaso, también, porque no quería hablar, el patrón sintió un especial desprecio por el hombrecito. Al anochecer, cuando los siervos se reunían pra rezar el Ave María, en el corredor de la casa-hacienda, a esa hora, el patrón martirizaba siempre al pongo delante de toda la servidumbre; lo sacudía como a  un trozo de pellejo.

Lo empujaba de la cabeza y lo obligaba a que se arrodillara y, así, cuando ya estaba hincado, le daba golpes suaves en la cara.
- Creo que eres perro. ¡Ladra! -le decía.
El hombrecito no podía ladrar.

- Ponte en cuatro patas -le ordenaba entonces.
El pongo obedecía, y daba unos pasos en cuatro pies.

- Trota de costado, como perro -seguía ordenándole el hacendado.
El hombrecito sabía correr imitando a los perros pequeños de la puna.

El patrón reía de muy buena gana; la risa le sacudía todo el cuerpo.
- ¡Regresa! -le gritaba cuando el sirviente alcanzaba trotando el extremo del gran corredor.
El pongo volvía, corriendo de costadito. Llegaba fatigado.

Algunos de sus semejantes, siervos, rezaban mientras tanto el Ave María, despacio rezaban, como viento interior en el corazón.

- ¡Alza las orejas ahora, vizcacha! ¡Vizcacha eres! -mandaba el señor al cansado hombrecito-. Siéntate en dos patas; empalma las manos.

Como si en el vientre de su madre hubiera sufrido la influencia modelante de alguna vizcacha, el pongo imitaba exactamente la figura de uno de estos animalitos, cuando permanecen quietos, como orando sobre las rocas. Pero no podía alzar las orejas.

Golpeándolo con la bota, sin patearlo fuerte, el patrón derribaba al hombrecito sobre el piso de ladrillo del corredor.
- Recemos el Padrenuestro -decía luego el patrón a sus indios, que esperaban en fila.

El pongo se levantaba a pocos, y no podía rezar porque no estaba en el lugar que le correspondía ni ese lugar correspondía a nadie.

En el oscurecer, los siervos bajaban del corredor al patio y se dirigían al caserío de la hacienda.
- ¡Vete, pancita! -solía ordenar, después, el patrón al pongo.

***


Y así, todos los días, el patrón hacía revolcarse a su nuevo pongo, delante de la servidumbre. Lo obligaba a reírse, a fingir llanto. Lo entregó a la mofa de sus iguales, los colonos.

Pero... una tarde, a la hora del Ave María, cuando el corredor estaba colmado de toda la gente de la hacienda, cuando el patrón empezó a mirar al pongo con sus densos ojos, ése, ese hombrecito, habló muy claramente. Su rostro seguía un poco espantado.
- Gran señor, dame tu licencia; padrecito mío, quiero hablarte -dijo.

El patrón no oyó lo que oía.
- ¿Qué? ¿Tú eres quien ha hablado  u otro? -preguntó.
- Tu licencia, padrecito, para hablarte. Es a ti a quien quiero hablarte -repitió el pongo.
- Habla... si puedes -contestó el hacendado.
- Padre mío, señor mío, corazón mío -empezó a hablar el hombrecito. - Soñé anoche que habíamos muerto los dos, juntos; juntos habíamos muerto.
- ¿Conmigo? ¿Tú? Cuenta todo, indio -le dijo el gran patrón.
- Como éramos hombres muertos, señor mío, aparecimos desnudos, los dos, juntos; desnudos ante nuestro gran Padre San Francisco.
- ¿Y después? ¡Habla! -ordenó el patrón, entre enojado e inquieto por la curiosidad.
- Viéndonos muertos, desnudos, juntos, nuestro gran Padre San Francisco nos examinó con sus ojos que alcanzan y miden no sabemos hasta qué distancia. Y a ti y a mí nos examinaba, pesando, creo el corazón de cada uno y lo que éramos y lo que somos. Como hombre rico y grande, tú enfrentabas esos ojos, padre mío.
- ¿Y tú?
- No puedo saber cómo estuve, gran señor. Yo no puedo saber lo que valgo.
- Bueno. Sigue contando.
- Entonces, después, nuestro Padre dijo con su boca: "De todos los ángeles, el más hermoso, que venga. A ese incomparable que lo acompañe otro ángel pequeño, que sea también el más hermoso. Que el ángel pequeño traiga una copa de oro, y la copa de oro llena de la miel de chancaca más transparente".
- ¿Y entonces? -preguntó el patrón.




Los indios siervos oían, oían al pongo, con atención sin cuenta pero temerosos.
- Dueño mío: apenas nuestro gran Padre San Francisco dio la orden, apareció un ángel, brillando, alto como el sol; vino hasta llegar delante de nuestro Padre, caminando despacito. Detrás del ángel mayor marchaba otro pequeño, bello, de luz suave como el resplandor de las flores. Traía en las manos una copa de oro.
- ¿Y entonces? -repitió el patrón.
- "Angel mayor: cubre a este caballero con la miel que está en la copa de oro; que tus manos sean como plumas cuando pasen sobre el cuerpo del hombre", diciendo, ordenó nuestro gran Padre. Y así, el ángel excelso, levantando la miel con sus manos, enlució tu cuerpecito, todo, desde la cabeza hasta las uñas de los pies. Y te erguiste, solo; en el resplandor del cielo la luz de tu cuerpo sobresalía, como si estuviera hecho de oro, transparente.
- Así tenía que ser -dijo el patrón, y luego preguntó:
- ¿Y a ti?
- Cuando tú brillabas en el cielo, nuestro gran Padre San Francisco volvió a ordenar: "Que de todos los ángeles del cielo venga el de menos valer, el más ordinario. Que ese ángel traiga en un tarro de gasolina excremento humano".
- ¿Y entonces?
- Un ángel que ya no valía, viejo, de patas escamosas, al que no le alcanzaban las fuerzas para mantener las alas en su sitio, llegó ante nuestro gran Padre; llegó bien cansado, con las alas chorreadas, trayendo en las manos un tarro grande. "Oye, viejo -ordenó nuestro gran Padre a ese pobre ángel- embadurna el cuerpo de este hombrecito con el excremento que hay en esa lata que has traído; todo el cuerpo, de cualquier manera; cúbrelo como puedas. ¡Rápido! Entonces, con sus manos nudosas, el ángel viejo, sacando el excremento de la lata, me cubrió, desigual, el cuerpo, así como se echa barro en la pared de una casa ordinaria, sin cuidado. Y aparecí avergonzado, en la luz del cielo, apestando...
- Así mismo tenía que ser -afirmó el patrón- ¡Continúa! ¿O todo concluye allí?
- No padrecito mío, señor mío. Cuando nuevamente, aunque ya de otro modo, nos vimos juntos, los dos ante nuestro gran Padre San Francisco, él volvió a mirarnos, también nuevamente, ya a ti ya a mí, largo rato. Con sus ojos que colmaban el cielo, no sé hasta qué honduras nos alcanzó, juntando la noche con el día, el olvido con la memoria. Y luego dijo: "Todo cuanto los ángeles debían hacer con ustedes ya está hecho. Ahora ¡lámanse el uno al otro! Despadio, por mucho tiempo". El viejo ángel rejuveneció a esa misma hora; sus alas recuperaron su color negro, su gran fuerza. Nuestro Padre le encomendó vigilar que su voluntad se cumpliera.

González-Vigil, R. (1984). El cuento peruano 1959-1967. Lima: COPÉ
 Imágenes: vntanazul.blogspot.com, omni-bus.com, cinesinvisitas.blogspot.com, bajoelsignodelibra.blogspot.com 

martes, 12 de febrero de 2013

Coda y adición a Poesía nativa (quechua) de los andes centrales


A nuestro Padre Creador Tupac Amaru - Himno Canción
(Fragmento)




Tupac Amaru, hijo del Dios Serpiente; hecho con la nieve del Salqantay; tu sombra llega al profundo corazón como la sombra del dios montaña, sin cesar y sin límites.

Tus ojos de serpiente dios que brillaban como el cristalino de todas las águilas, pudieron ver el porvenir, pudieron ver lejos. Aquí estoy, fortalecido por tu sangre, no muerto, gritando todavía.

Estoy gritando, soy tu pueblo; tú hiciste de nuevo mi alma; mis lágrimas las hiciste de nuevo; mi herida ordenaste que no se cerrara, que doliera cada vez más. Desde el día que tú hablaste, desde el tiempo en que luchaste con el acerado y sanguinario español, desde el instante en que le escupiste a la cara; desde cuando tu hirviente sangre se derramó sobre la hirviente tierra, en mi corazón se apagó la paz y la resignación. No hay sino fuego, no hay sino odio de serpiente contra los demonios, nuestros amos.

Está cantando el río,
está llorando la calandria,
está dando vueltas el viento;
día y noche la paja de la estepa vibra;
nuestro río sagrado está bramando;
en las crestas de nuestros Wamanis montañas, en sus dientes, la nieve gotea y brilla.
¿En dónde estás desde que te mataron por nosotros?

Padre nuestro, escucha atentamente la voz de nuestros ríos; escucha a los temibles árboles de la gran selva; el canto endemoniado, blanquísimo del mar; escúchalos, padre mío, Serpiente Dios. ¡Estamos vivos; todavía somos! Del movimiento de los ríos y las piedras, de la danza de árboles y montañas, de su movimiento, bebemos sangre poderosa, cada vez más fuerte. ¡Nos estamos levantando, por tu causa, recordando tu nombre y tu muerte!

En los pueblos, con su corazón pequeñito, están llorando los niños.
En las punas, sin ropa, sin sombrero, sin abrigo, casi ciegos,
los hombres están llorando, más triste, más tristemente que los niños.
Bajo la sombra de algún árbol, todavía llora el hombre, Serpiente Dios,
más herido que en tu tiempo; perseguido, como filas de piojos.
¡Escucha la vibración de mi cuerpo!
Escucha el frío de mi sangre, su temblor helado.
Escucha sobre el árbol de lambras el canto de la paloma abandonada, nunca amada:
el llanto dulce de los no caudalosos ríos, de los manantiales que suavemente brotan al mundo.
¡Somos aún, vivimos!

De tu inmensa herida, de tu dolor que nadie habría podido cerrar, se levanta para nosotros la rabia que hervía en tus venas. Hemos de alzarnos ya, padre, hermano nuestro, mi Dios Serpiente. Ya no le tenemos miedo al rayo de pólvora de los señores, a las balas y la metralla, ya no le tememos tanto. ¡Somos todavía! Voceando tu nombre, como los ríos crecientes y el fuego que devora la paja madura, como las multitudes infinitas de las hormigas selváticas, hemos de lanzarnos, hasta que nuestra tierra sea de veras nuestra tierra y nuestros pueblos nuestros pueblos.

Escucha, padre mío, mi Dios Serpiente, escucha:
las balas están matando,
las ametralladoras están reventando las venas,
los sables de hierro están cortando carne humana;
los caballos, con sus herrajes, con sus locos y pesados cascos, mi cabeza, mi estómago están reventando,
aquí y en todas partes;
sobre el lomo helado de las colinas de Cerro de Pasco,
en las llanuras frías, en los caldeados valles de la costa,
sobre la gran yerba viva, entre los desiertos.

Arguedas, J.M. (1962). Tupac Amaru Kamaq Taytanchisman / Haylli-Taki




Imágenes: apontearturo.blogspot.com,  presenciaxauxa.blogspot.com
Poesía nativa (quechua) de los andes centrales - II


Apu Inca Atawallpaman (Siglo XVI)
Anónimo





¿Qué arco iris es este negro arco iris
Que se alza?
Para el enemigo del Cusco horrible flecha
Que amanece.
Por doquier granizada siniestra
Golpea.

Mi corazón presentía
A cada instante,
Aún en mis sueños, asaltándome,
En el letargo,
A la mosca azul anunciadora de la muerte;
Dolor inacabable.

El sol vuélvese amarillo, anochece,
Misteriosamente;
Amortaja a Atahualpa, su cadáver
Y su nombre;
La muerte del Inca reduce
Al tiempo que dura una pestañada.

Su amada cabeza ya la envuelve
El horrendo enemigo;
Y un río de sangre camina, se extiende,
En dos corrientes.

Sus dientes crujidores ya están mordiendo
La bárbara tristeza;
Se han vuelto de plomo sus ojos que eran como el sol,
Ojos de Inca.

Se ha helado ya el gran corazón
De Atahualpa.
El llanto de los hombres de los Cuatro Suyos
Ahogándole.

Las nubes del cielo han dejado
Ennegreciéndose;
La madre Luna, transida, con el rostro enfermo,
Empequeñece.
Y todo y todos se esconden, desaparecen,
Padeciendo.

La tierra se niega a sepultar
a su Señor,
Como si se avergonzara del cadáver
De quien la amó,
Como si temiera a su adalid
Devorar.

Y los precipicios de rocas tiemblan por su amo
Canciones fúnebres entonando,
El río brama con el poder de su dolor
Su caudal levantando.

Las lágrimas en torrentes, juntas,
Se recogen.
¿Qué hombre no caerá en el llanto
Por quien le amó?
¿Qué hijo no ha de existir
Para su padre?

Gimiente, doliente, corazón herido
sin palmas.
¿Qué paloma amante no da su ser
Al amado?
¿Qué delirante e inquieto venado salvaje
A su instinto no obedece?

Lágrimas de sangre arrancadas, arrancadas
De su alegría;
Espejo vertiente de sus lágrimas
¡Retratad su cadáver!
Bañad todos, en su gran ternura
Vuestro regazo.

Con sus múltiples, poderosas manos,
Los acariciados;
Con las alas de su corazón
Los protegidos;
Con la delicada tela de su pecho
Los abrigados;
Claman ahora,
Con la doliente voz de las viudas tristes.

Las nobles escogidas se han inclinado, juntas,
Todas de luto,
El Willaj Umu se ha vestido de su manto
Para el sacrificio.
Todos los hombres han desfilado
A sus tumbas.

Mortalmente sufre su tristeza delirante,
La Madre Coya;
Los ríos de sus lágrimas saltan
Al amarillo cadáver.
Su rostro está yerto, inmóvil,
Y su boca (dice):
"¿A dónde te fuiste, perdiéndote
De mis ojos,
Abandonando este mundo
En mi duelo;
Eternamente desgarrándote,
De mi corazón?"

Enriquecido con el oro del rescate
El español.
Su horrible corazón por el poder devorado;
Empujándose unos a otros,
Con ansias cada vez, cada vez más oscuras,
Fiera enfurecida.
Les diste cuanto pidieron, los colmaste;
Te asesinaron, sin embargo.

Sus deseos hasta donde clamaron los henchiste
Tú solo;
Y muriendo en Cajamarca
Te extinguiste.

Se ha acabado ya en tus venas
La sangre;
Se ha apagado en tus ojos
La luz;
En el fondo de la más intensa estrella ha caído
Tu mirar.

Gime, sufre, camina, vuela enloquecida,
Tu alma, paloma amada;
Delirante, delirante, llora, padece
Tu corazón amado.
Con el martirio de la separación infinita
El corazón se rompe.

El límpido resplandeciente trono de oro,
Y tu cuna;
Los vasos de oro, todo,
Se repartieron.

Bajo extraño imperio, aglomerados los martirios,
Y destruídos;
Perplejos, extraviados, negada la memoria,
Solos;
Muerta la sombra que protege;
Lloramos;
Sin tener a quién o a dónde volver,
Estamos delirando.

¿Soportará tu corazón,
Inca,
Nuestra errabunda vida
Dispersada,
Por el peligro sin cuento cercada, en manos ajenas,
Pisoteada?

Tus ojos que como flechas de ventura herían
Ábrelos;
Tus magnánimas manos
Extiéndelas;
Y con esa visión fortalecidos
Despídenos.



Imágenes: floreandote.blogspot.com