domingo, 8 de noviembre de 2009

Un gran poeta ateo y materialista del siglo XI

Hace nueve siglos vivió Omar Khayyám, poeta que atravesó las edades y hoy está tan vivo como cuando vivió. Extraordinario por la lógica con que desbarata las ilusiones en Alá Dios y en el paraíso, este astrónomo, matemático y gran poeta es una de las mayores voces materialistas de la historia. Es el más reconocido cultivador de los llamados "rubaíes" o "rubaiatas", que caracteriza a la poesía persa.




El cazador eterno
preparó cuidadosamente su emboscada
y atrapó la incauta víctima.

Lo pensó, lo pensó
y dió a esa presa
el nombre de Adán.

Tras causar grandes males
y proporcionar también
alguno que otro beneficio,
tras crear el bien y el mal,
lo bello y lo feo
y todo

lo que en este mundo existe,
imaginad un poco lo que hizo:

determinó que todos proclamaran
único responsable
del pecado original

al mismo Adán,
¡pobre!,
el que cayó en la celada...





Cuando Alá
procedió al montaje caprichoso,
paradójico
de los caracteres,
lo hizo burdamente:
salieron, unos,
con exceso de vicios,
y otros,
cargados de virtudes.

Si los hay malos,
la culpa es Suya.
Y a los buenos, los perfectos,
¿por qué los destruye Él?





Ya existía la noche
y el día
ya existía
antes que tú vinieras
y antes que yo viniera.

Giraban los planetas
en sus órbitas,
giraban,
giraban desorientados
en busca de su destino,
en la extraordinaria emoción
de los espacios siderales.

¡Sé prudente, amigo!
Mide tus pasos,
camina mansamente
por el dorso de la tierra.

Quizás el polvo
que estás pisoteando
haya sido párpado
en los ojos de la mujer amada...




Cuando Alá,
comprimiendo un poco de barro,
modeló nuestra existencia,
conocía,
en todos sus detalles,
los menores,
los más insignificantes actos,
ocultos o aparentes,
que fatalmente
tendríamos que practicar.

Si ésa es la verdad,
¡y lo es!
ninguno de los pecados
de los que, por ventura,
nos hagamos culpables,
será contrario
a sus leyes
o a su voluntad.

Entonces,
¿por qué habrá Él de tostarnos
en las parrillas eternas,
en cuanto llegue
ese famoso día
llamado de la Resurrección?



Corazón,
¡mi corazón!
Nadie ha visto
la celeste morada
llena de excitantes huríes,
ni
el terrífico reino
de Satanás.

Corazón,
¡mi corazón!
¡Muéstrame
un recién llegado,
uno sólo,
de esos parajes!

¿Dónde está él?
¿Cómo vive?
Corazón,
¡mi corazón!
- Esperanza,
codicia,
vanidad,
creencia,
temor,
la angustia de la espera...
- eso todo ha nacido
de algo sin consistencia
de cosa que no tiene nombre,
figura,
forma,
espacio,
¡existencia!






¡Oh bien amada!

Secreto,
y de los más grandes,
quiero transmitirte.

Verdad
de las más trascendentales,
que prefiero
resumir en dos palabras:

con tu amor
entraré en el barro,
y, con tu amor,
del barro saldré...