domingo, 30 de marzo de 2008


Amarcigado

Personas que eran, dérmicamente, como los árabes del desierto, de un color pardo-amarillento-rojizo



"Mi tía Carolina Denegri Icaza, gran viajera y conocedora de muchísimos lugares, me decía que el color amarcigado llegó a ser, por su rareza, muy estimado y estimable por nosotros. Sin embargo, ella recordaba que en el Oncenio ya no había prácticamente amarcigados, esto es, personas que eran, dérmicamente, como los árabes del desierto, de un color pardo-amarillento-rojizo, o sea gente bronceada.

Por la creciente escasez del verdadero amarcigado, se había comenzado a llamar asì, a principios del Novecientos, al trigueñito que combinaba su trigueñidad con cierta morenez o morenura. Pero el amarcigado no era trigueño, ni moreno, ni oliváceo, ni capulí, aunque algo tenía de todo ello. Tal el caso de Pedro Abraham Valdelomar y Pinto. Refiere Sánchez que Valdelomar era "amarcigado, casi oliváceo" (L.A.S., Valdelomar o la Belle Époque, 9). A Valdelomar no le habría hecho ninguna gracia semejante caracterización. Valdelomar -que siempre escribía amarsigado- manifiesta lo siguiente, en un artículo publicado en La Prensa, el 10 de octubre de 1916: "¿Quién dice que el señor Balbuena es amarsigado? Inexactitud diatribesca y tamaña. Useñoría es hasta buenmozo".

Balbuena era trigueño, según observación valdelomariana constante en el mismo artículo: "Extendió (Balbuena) la mano, con un ademán de mecenas trigueño y pródigo, (...)" (A.V., Obras: Textos y Dibujos, 716-717).

Lo moreno claro se podìa confundir y de hecho se confundía con lo amarcigado, confusión que se aprecia en estos versitos de Fernando Soria (1861-1911):

No me gustan las rubias
oxigenadas,
me gustan las morenas
amarcigadas.
(Concejo Provincial de Lima, Folklore, Festival de Lima,
Edición Antológica, 8. Lima, 1959, 24)

De acuerdo con mi tía Carolina, hacia 1925 se decía amarcigado del quídam cuya piel era "del color del piso", según expresión despectiva de Rosa María Denegri Cox, una de mis tías abuelas. Ser uno "del color del piso" equivalía a ser obscurito, de color nogal o caoba; y al que era así se le llamaba amarcigado, vocablo que a la sazón ya no se tomaba en buena parte. Tanto es así, que para atenuar su connotación negativa se recurría frecuentemente al diminutivo, sólo que no se decía amarcigadito, sino amacigadito, porque sin la ere epentética es más fácil articular el término.

Finalmente, presumo que la ere epeténtica de amarcigado data de fines del Ochocientos. Arona todavía dice amacigado. Hoy amarcigado no tiene usuarios. En realidad, no los tiene desde mediados del siglo XX. Amarcigado comenzó a obsolescer después que cayó Leguía y en la década de 1950 era ya voz obsoleta".

Denegri, Marco Aurelio. En Domingo, la revista de La República (Lima), 07.08.2005

Imagen: cruzherrera.com

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