martes, 14 de julio de 2009

De los dioses y la religión

Se dice que el hombre es religioso porque sabe que va a morir. Y para sobrellevar la angustia de la cancelación definitiva de su vida, ha inventado a una infinidad de dioses que le garantizan otra vida más allá de la muerte. Allí están los variados paraísos para escoger nuestro turismo celestial; allí están los ofrecimientos de resurrección de la carne para todos los que fueron justos; allí están las huríes que gratificarán eternamente a los que mueren en la Guerra Santa; o quizá el nirvana de la eterna paz y el no-ser de felicidad infinita. A continuación, algunos textos que muestran que no hay religión que no sea sectaria y que se escape de la vanidad (pecado) de creerse la única religión verdadera.





(La religión, el amor y el odio)

"Las guerras religiosas tienden a ser más fieras que las demás. Cuando la gente pelea por territorio para ventaja económica, lo hace hasta cuando ya no vale la pena costear la lucha, y entonces transige. Cuando la causa es religiosa, el transigir y la reconciliación se ven como un mal". Roger Shinn, profesor de ética social, Union Theological Seminary, Nueva York.

"Los hombres discuten, escriben, luchan y mueren por la religión; hacen cualquier cosa menos vivir para ella (...) En los casos en que la religión verdadera ha evitado un crimen, las religiones falsas han dado el pretexto para mil". Charles Caleb Colton (1825).


"Tenemos suficiente religión como para odiar, pero no suficiente como para amarnos unos a otros". Jonathan Swift (1667-1745).


"El hombre nunca comete el mal tan completa y gozosamente como cuando lo hace por convicción religiosa". Blaise Pascal (1623-1662).


"El verdadero propósito de una religión superior es difundir los consejos y las verdades espirituales que son su esencia a tantas almas como pueda llegar, para que cada una de estas almas pueda, por ello, cumplir el verdadero fin del Hombre. El verdadero fin del hombre es glorificar a Dios y disfrutar de El para siempre". Arnold Toynbee, historiador.





La parte más antigua de la Biblia precede a todos los demás escritos religiosos del mundo. La Torá, o los primeros cinco libros de la Biblia -la Ley que Moisés escribió por inspiración-, se remonta a los siglos XV y XVI a.E.C. Por contraste, los escritos hindúes Rigveda (una colección de himnos) se completaron alrededor del año 900 a.E.C. y no se atribuyen a inspiración divina. El "Canon de las tres cestas" budista se remonta al siglo V a.E.C. El Corán, del cual se alega que fue transmitido por Dios mediante el ángel Gabriel, es producto del siglo VII E.C. El Libro del Mormón, supuestamente dado a Joseph Smith en los Estados Unidos mediante un ángel llamado Moroni, es producto del siglo XIX. Si algunas de estas obras han sido inspiradas por Dios, como algunos aseguran, entonces lo que ofrecen como guía religiosa no debería contradecir las enseñanzas de la Biblia, que es la fuente inspiradora original. También deberían contestar algunas de las preguntas que más han intrigado a la humanidad.


(Según los Testigos de Jehová, la Biblia es la palabra del único dios verdadero, por derecho de antigüedad. Como se escribió primero, es la fuente de todos los demás discursos religiosos que tienen pretensión de verdad revelada. Para ellos, la formidable obra literario-religiosa de un pueblo de pastores que salió de Ur de los caldeos guiados por Abram, es la única que Dios dictó a sus iluminados que pasaron a ser conocidos en la historia como judíos).


Associaçao Torre de Vigia de Bíblias e Tratados (2006). El hombre en busca de Dios. Brasil.


La libertad en Norteamérica: el caso Russell





Bertrand Russell, filósofo idealista, destacado representante del neopositivismo, antimaterialista, anticomunista y fervoroso defensor de la paz, que tanto ha contribuido al desarrollo de la lógica matemática, enseñaba en la Universidad de Califorina, cuando en febrero de 1940 fue nombrado profesor de la Universidad de la ciudad de Nueva York. Al hacerse público el nombramiento, el obispo Manning, de la Iglesia Episcopal Protestante, escribió una carta a todos los periódicos de Nueva York atacando a la Junta de Educación superior que lo había nombrado. En ella preguntaba indignado: "¿Qué puede decirse de las universidades y colegios que presentan a nuestra juventud como maestro de filosofía a un hombre reconocido propagandista contra la religión y la moralidad, y que defiende específicamente el adulterio?".


La carta fue el comienzo de un ataque general de todas las fuerzas reaccionarias de distintas jerarquías. Eclesiásticos, universidades religiosas, sociedades, autoridades judiciales, personas particulares, periódicos y revistas, que tenían como común denominador una tendencia religiosa conservadora, participaron en la campaña, emulándose mutuamente en la defensa de lo que ellos llaman "moralidad", "libertad" y "democracia" Para esto apelaron al insulto, la difamación y la interpretación arbitraria e interesada de algunos de sus libros. Se decía que Bertrand Russell era "un protector del paganismo", "el anarquista filosófico y el nihilista moral de Gran Bretaña", "reseco, divorciado y decadente abogado de la promiscuidad sexual", "profesor que ha traicionado de "mente" y su "conciencia", "profesor de inmoralidad e irreligión", "ministro del demonio entre los hombres", etc., etc.


Antes de seguir adelante quiero recordar al lector que todo esto pasó y se dijo en la gran ciudad de los rascacielos, en Nueva York, el orgullo del mecanismo yanqui, lugar de residencia de los representantes del monopolismo imperialista y no en algún rincón atrasado de la tierra. Ahora sigamos.


Para presionar a la Junta, uno de cuyo miembros, Charles H. Tuttle, había prometido pedir reconsideración del nombramiento, el actual periódico "Journal American", acusó a Russell de favorecer "la nacionalización de las mujeres..., los hijos fuera del matrimonio... y los criados como prendas de un estado sin Dios". Naturalmente que no podía faltar la acusación estandarizada de "exponente del comunismo".


A esta campaña periodística se unieron los particulares enviando numerosas cartas a la Junta, y organizaciones famosas "interesadas en la educación de la juventud", como los Hijos de Xavier, la rama neoyorquina de la Sociedad Central Católica Americana, la Antigua Orden de los Hibernenses, los Caballeros de Colón, el Gremiio de Abogados Católicos, la Sociedad del Sagrado Nombre de Santa Juana de Arco, la Conferencia de los Ministros Bautistas Metropolitanos, la Conferencia del Oeste Medio de la Sociedad de Mujeres de Nueva Inglaterra y los Hijos de la Revolución Americana del Empire State.






Como si todo esto ya no fuera suficiente para desprestigiar a su país, se produjo la protesta de "las universidades clericales", que acusaban a Russell de que siendo extranjero no podía enseñar legalmente en las universidades y que sus opiniones, en lo referente al sexo, eran realmente incitaciones al crimen. Por su parte, el Presidente de los Hijos de Xavier y principal fiscal del distrito del Estado de Nueva York, protestó de que usara el dinero de los contribuyentes para "pagar las enseñanzas de una filosofía de la vida que niega a Dios, desafía la decencia y contradice completamente el carácter religioso fundamental de nuestro país y nuestro pueblo".


Perdón. Puede que el lector esté pensando que esto sucedió en los tiempos de la Edad Media o durante las monarquías feudales. Nada de eso. Quiero recordarles que pasó nada menos que en 1940, hace 29 años solamente. Continuemos.


Como culminación de la campaña desatada contra el filósofo inglés, que debió seguir los acontecimientos asombrado y perplejo, haciendo esfuerzos para seguir teniendo conciencia de que se hallaba en el siglo XX, el 15 de marzo, tres días antes de que se reuniese la Junta para resolver la reconsideración del nombramiento, el Presidente del Bronx, James J. Lyons, uno de los inquisidores, presentó una moción al Consejo Municipal pidiendo que la Junta anulase el nombramiento. El pedido fue aprobado por 16 votos contra 5.


Las protestas siguieron ascendiendo de categoría. Ahora, el Presidente de Distrito, George V. Harvey, de Queens, declaró que si no despedían a Russell trataría de suprimir la suma de 7 500 000 dólares, votada por el Congreso para el sostenimiento de las facultades municipales, remarcando, que si se desaprobaba el nombramiento "las universidades serían universidades piadosas, universidades americanas, o se cerrarían".





Cuando se lee todo esto, que ruboriza de vergüenza, hay que reconocer honradamente que en ninguno de nuestros países latinoamericanos, pobres y atrasados, ha sucedido algo semejante. Uno se pregunta entonces: ¿en qué consiste la superioridad norteamericana? En que sus clases dominantes tienen más dinero, más poder, armamentos más temibles y fábricas prodigiosas para producir más.


Fuera de esta clase de superioridad, hay que reconocer también que en el campo de la cultura hay universidades, profesores, sociedades culturales y personas que salvan el prestigio del pueblo norteamericano. Precisamente, fueron ellos los que alzaron su voz de protesta y defensa en favor de Russell. En una carta que escribieron al alcalde La Guardia expresan esta profunda convicción: "Si el ataque a Bertrand Russell tiene éxito, ningún colegio ni universidad americana estaría libre del control inquisitorial de los enemigos del libre examen... El recibir la instrucción de un hombre de la calidad intelectual de Bertrand Russell es un raro privilegio para los estudiantes de cualquier parte... sus críticos debieran hacerle frente en el campo abierto y justo de la discusión intelectual y el análisis científico. No tienen derecho a reducirle al silencio impidiéndole enseñar... El problema es tan fundamental que no puede soslayarse sin poner en peligro toda la estructura de la libertad intelectual de que depende la vida de la universidad americana".



Guardia Mayorga, C. (1970). Filosofía, ciencia y religión. Lima: Los Andes.
Imágenes: mariasport.wordpress.com, exchristian.net, wittgen-cam.ac.uk, amazon.com, cagarrutiblogg.blogspot.com, allposters.com

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