martes, 1 de septiembre de 2009


Belleza femenina


Contra lo que usualmente se piensa, los criterios de belleza no son inmutables, sino que van cambiando de acuerdo con las épocas y culturas (por ejemplo, de las mujeres exhuberantes de la comunidad primitiva se ha pasado a la mujer rectilínea y casi anoréxica como ideal de la belleza femenina). Por otro lado, la cultura dominante de una época impone sus cánones de belleza física y minusvalora todos aquellos que se alejen de la norma, generando una alienación frente a lo propio: sentimientos de insatisfacción y rechazo se apoderan de varones y mujeres que sufren el falso estigma de no tener los rasgos sindicados como "bellos". Curiosamente, en nuestra sociedad occidental existe un canon que solo representa a la minoría de la población. ¿Esto significa que la gran mayoría de la población es fea o, en el mejor de los casos, no bella? ¿Puede ser esto posible? En el siguiente artículo se muestran criterios "objetivos" y mensurables para establecer la belleza femenina. No nos conformemos con leerlos, sino que a partir de ellos reflexionemos: ¿qué es la belleza en realidad?



Si se tratase de apreciar debidamente la belleza corporal femenina, entonces no bastaría, según es costumbre, pesar a las concursantes y medirles la estatura, el busto, la cintura y las caderas; porque si por belleza femenina se entiende un conjunto de formas atractivas por su armonía y proporción, entonces habremos de tener ciertamente en cuenta otros factores relacionados con la anatomía.

Para lo cual, en primer lugar, habría que exigir a las concursantes que se desvistan completamente; verían así los jueces si las hay, por ejemplo, con pezones semisalientes, retraídos o inversos; descalificaríase por esto solo a la examinanda que los tuviese. Y lo mismo si mostrase pechos cónicos y pendientes, o si no tuviese el centro del cuerpo donde corresponde, a saber, hacia el borde superior del pubis y no, como creía Vitrubio, en el ombligo. El arco del pubis femenino debe ser bajo y romo, y bajo y estrecho el límite del pelo pubiano.

Todo esto hay que examinarlo in situ, o como se dice en jerga televisiva, "en vivo y en directo". Sobra, pues, como se ve, en un verdadero concurso de belleza, la ropa de baño.




La cabeza debe estar contenida siete veces y media en la altura total del cuerpo, y el tronco ha de tener un tercio de dicha altura. (Lo de siete cabezas y media es opinión de Durero, que entendía perfectamente de proporciones y medidas).

Tendrá atributo de belleza la mujer que, estando de pie, con los brazos extendidos y pegados al cuerpo, y extendidos también los dedos, llegue con estos hasta la mitad de los muslos. Será bella, así mismo, si luce hoyuelos sacrales y si son las suyas rodillas redondas y suaves.

Hay proporcionalidad entre la longitud de la mano y la altura de la cara. En la mujer bella, dichas longitud y altura coinciden. Las manos y los pies, y también el rostro, pequeños. Largos, eso sí, dentro de esa pequeñez, el dedo índice y el segundo dedo del pie; el último, en cambio, muy corto. Tal la opinión de Stratz, que dedicó su vida entera al estudio del cuerpo femenino.




El piececito es, pues, según opinan distinguido anatomistas, estetas y sexólogos, y según opinaban antiguamente los chinos, bello y hasta muy bello. Por esta razón, Greta Garbo, que calzaba 41, no era cabalmente bella, por carecer de belleza podal (de podo-, forma prefija del griego poús, podós, pie). Y como además la hermosura no corre a las parejas con las pecas, Catherine Deneuve, que las tiene, no es, por tanto, bella de veras, como indudablemente lo sería si luciera impecosa; o mejor dicho, como indudablemente lo hubiese sido, porque hoy, como a todos consta, y digámoslo con expresión garcimarquezana, ya se le ha entristecido la piel a esta dama que hace treinta años fue admirable lindura.

Signos de belleza son igualmente las muñecas delgadas, los tobillos finos, las pantorrillas torneadas, las cejas altas y delicadas (Margaux Hemingway no pasaría el examen), los muslos redondos y fuertes, las nalgas pronunciadas y abovedadas, los pechos tónicos, erguidos y redondos, pero no hipertróficos, el cutis fino, el cabello largo y abundante, la quijada inferior, pequeña y baja, y anchos los incisivos medios.

En todo esto no hay nada de subjetivo; todo es visible y mensurable; no se trata de la gracia ni de la simpatía, muy difíciles de definir e imposibles de medir. Se trata de cosas concretas; verbigracia: si la mujer es tetona, un punto menos; si luce rodillas esquinadas, aristadas y huesudas, como las de Brigitte Bardot, otro punto menos; y lo mismo si no es fino su talle, o si no son pequeñas y rectas sus clavículas, o si no tiene hueco el sacro ni redonda la garganta.




En cuanto al color de la cabellera, consideran los especialistas, y singularmente Stratz y Ellis, que la cabellera rubia es la más bella. Y aunque esto puede discutirse, lo cierto es que desde Homero, los escritores y artistas, y desde luego los poetas, han encomiado mucho más la cabellera rubia que la negra o la castaña. Se dice, además, siguiendo noticia constante en el libro de Marcela Olivas Weston, Peregrinaciones en el Perú, que la Virgen de la Puerta, de Otuzco, en el departamento de La Libertad, prefiere las pelucas rubias hechas con cabellos de niños.

Preguntémonos, finalmente, ¿es atractiva la mujer bella? Quiero decir, ¿es sexy? O para expresarlo con un cultismo, ¿es libidinógena, esto es, sexualmente apetecible o eróticamente estimable? O para decirlo de una vez como se debe: ¿Es arrechante la mujer bella? ¿Es incluible en el grupo de las que Palma llamaba "colchonables"? No; la mujer bella, que generalmente lo es con arreglo a cánones de la estética clásica, casi nunca tiene lo que se llama sex appeal; y al revés, la que tiene sex appeal carece por lo general de belleza.


Además de la mujer únicamente bella y de la que solo sabe despertar voluptuosidad, está la fisicoculturista o body builder, mujer que ostenta espléndido desarrollo corporal y que desde el punto de vista de la biología es definitivamente superior a los otros ejemplares femeninos, pero que desgraciadamente no tiene belleza ni sex appeal.

Lisa Lyon, por ejemplo, cuya anatomía es estupenda, tendrá (si acaso) lo que llamaremos seducción de la felinidad, pero belleza no, y atractivo sexual, menos. Ella se confiesa felina, no femenina ni masculina, razón por la cual es -o puede ser- felinamente seductora.






Denegri, Marco Aurelio. A ver, las concursantes, por favor, ¡desvístanse! En Domingo, suplemento dominical de La República (Lima-Perú), 29.05.2005 y 05.06.2005
mágenes: allposters.com, tapasdotcom.com, centromujer.es, gwendafne.wordpress.com

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