martes, 28 de agosto de 2007

Muerte y Resurrección de la Luna

En el segundo libro (capítulo XXIII) de los Comentarios Reales de los Incas, encontramos el relato donde Garcilaso de la Vega, el Inca, da cuenta de las explicaciones que los antiguos peruanos daban de los eclipses y de las transformaciones en el universo. Resalta en él, Pachacámac, el sustentador del universo.


"Tuvieron cuenta con los eclipses del sol y de la luna mas no alcanzaron las causas. Decían, al eclipse solar, que el sol estaba enojado por algún delito que habían hecho contra él pues mostraba su cara turbada, como hombre airado. Y pronosticaban, a semejanza de los astrólogos, que les había de venir algún grave castigo.

Al eclipse de la luna, viéndola ir ennegreciendo decían que enfermaba la luna y que si acababa de oscurecerse había de morir y caerse del cielo y cogerlos a todos debajo y matarlos y que se había de acabar el mundo. Por este miedo, en empezando a eclipsarse la luna tocaban trompetas, cornetas, caracoles, atabales y tambores y cuantos instrumentos podían haber que hiciesen ruido.

Ataban los perros, grandes y chicos. Dábanles muchos palos para que aullasen y llamasen a la luna. Que, por cierta fábula que ellos contaban, decían que la luna era aficionada a los perros por cierto servicio que le habían hecho y que oyéndolos llorar tendría lástima de ellos y que recordaría del sueño que la enfermedad le causaba.

(para las manchas de la luna decían otra fábula, más simple que la de los perros. Que aún aquella se podía añadir a las que la gentilidad antigua inventó y compuso a su Diana haciéndola cazadora, mas la que se sigue es bestialísima. Dicen que una zorra se enamoró de la luna viéndola tan hermosa. Y que, por hurtarla, subió al cielo y cuando quiso echar mano de ella la luna se abrazó con la zorra y la pegó a sí. Y que de esto se le hicieron las manchas. Por esta fábula tan simple y tan desordenada se podía ver la simplicidad de aquella gente).

Mandaban a los muchachos y niños que llorasen y diesen grandes voces y gritos, llamándola mama quilla (que es 'madre luna'), rogándole que no se muriese, para que no pereciesen todos. Los hombres y las mujeres hacían lo mismo. Había un ruido y una confusión tan grande que no se puede encarecer.

Conforme el eclipse, grande o pequeño, juzgaban que había sido la enfermedad de la luna. Pero si llegaba a ser total ya no había que juzgar sino que estaba muerta y por momentos temían el caer la luna y el perecer de ellos. Entonces era más de veras el llorar y plañir, como gente que veía al ojo la muerte de todos y acabarse el mundo.

Cuando veían que la luna iba poco a poco volviendo a cobrar su luz decían que convalecía de su enfermedad porque el Pachacámac (que era el sustentador del universo) le había dado salud y mandádole que no muriese, para que no pereciese el mundo. Y cuando acababa de estar del todo clara le daban la enhorabuena de su salud y muchas gracias porque no se había caído".

Inca Garcilaso de la Vega. Comentarios Reales de los Incas
Foto: Fundación Universitaria Andaluza "Inca Garcilaso"





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