Charles Proteus Steinmetz
El texto que aquí presentamos es un relato breve donde se muestra la utilización de la ciencia y de los científicos por el gran capital. No interesa qué defectos pueda tener el individuo siempre que dé ganancias. Ha sido tomado de una colección de ensayos sobre la ciencia realizada por Martin Gardner y publicados en español por Salvat bajo el título de El Escarabajo Sagrado (dos tomos).
Steinmetz era un jorobado, hijo de un litógrafo jorobado.
Nacido en Breslau en mil ochocientos sesenta y cinco, se graduó a los diecisiete años con las más altas calificaciones en el Instituto de Breslau e ingresó en la Universidad de Breslau para estudiar matemáticas;
las matemáticas eran para Steinmetz el ejercicio muscular, las largas caminatas por las colinas, el beso de una chica enamorada y las felices tardes pasadas en compañía de los amigos bebiendo cerveza; sobre su quebrada espalda sintió la pesada carga de la sociedad, del mismo modo en que la sentían los trabajadores sobre sus espaldas erguidas y los estudiantes pobres sobre las suyas, fue un miembro de un club socialista y redactor de un periódico llamado La voz del pueblo.
Bismarck se hallaba sentado en Berlín como un gran pisapapeles empeñado en mantener el feudalismo en la nueva Alemania y conservar el imperio para sus jefes, los Hohenzollerns.
Steinmetz tuvo que escaparse a Zurich por temor a ser encarcelado; en aquella ciudad sus matemáticas causaron gran revuelo entre todos los profesores de la Politécnica; pero en la Europa de la década de 1880 no había lugar para un estudiante alemán sin un chavo, jorobado y con la cabeza llena de cálculos simbólicos e interés por la electricidad -que es matemática transformada en potencia-, y, para colmo, socialista.
Junto con un amigo danés se embarcó con destino a América como pasajero de tercera clase en un viejo buque francés llamado La Champagne, vivió primero en Brooklyn y luego se trasladó a Yonkers, donde fue contratado a doce dólares la semana por Rudolf Eichemeyer, un exiliado alemán del 48, inventor, electricista y propietario de una fábrica de generadores eléctricos y de maquinaria para la confección de sombreros.
En Yonkers desarrolló la teoría del tercio armónico y la ley de la histéresis, que resume en una fórmula las céntuplas relaciones entre el calor metálico, la densidad y la frecuencia cuando una corriente alterna modifica la situación de los polos magnéticos en el núcleo de un electroimán.
La ley de la histéresis de Steinmetz es la que hace posible el funcionamiento de los transformadores eléctricos, que se encuentran protegidos por cajitas y por casetas en todas las líneas de alta tensión del mundo. Los símbolos matemáticos de la ley de Steinmetz constituyen el modelo de todos los transformadores del mundo.
En 1892, cuando Eichemeyer vendió su empresa a la corporación que en el futuro daría lugar a la General Electric, Steinmetz fue incluido en el contrato junto a los demás aparatos de valor. Durante toda su vida, Steinmetz fue una pieza de la maquinaria perteneciente a la General Electric.
Al principio, su laboratorio estuvo en Lynn, pero después fue trasladado junto con el pequeño jorobado a Schenectady, la ciudad eléctrica.
La General Electric le mimaba y le dejaba ser socialista, cuidar de un invernadero con cactus iluminado por luz de mercurio, tener como mascotas caimanes, cuervos parlantes y un monstruo de Gila, mientras el departamento de publicidad ensalzaba al mago, al hechicero que conocía la fórmula para abrir la puerta de la cueva de Alí Babá.
Steinmetz anotaba una fórmula en el puño de su camisa y a la mañana siguiente brotaban mil nuevas centrales eléctricas y la canción de las dinamos y el silencio de los transformadores se convertían en dólares y más dólares;
y todos los domingos, el departamento de publicidad regalaba al público norteamericano con almibaradas historias que convirtieron a Steinmetz en prestidigitador de salón,
que creaba truenos de juguete en su laboratorio y hacía que los trenes de los niños se deslizasen con puntualidad, que la carne se conservase fría en la nevera y que funcionaran la lámpara del salón, los grandes faros, los reflectores y los focos giratorios que guiaban por la noche a los aviones en Chicago, Nueva York, St. Louis y Los Angeles;
y le dejaron ser socialista y creer que la sociedad humana podía mejorarse del mismo modo que puede mejorarse una dinamo; y le dejaron ser filogermano y escribir a Lenin ofreciéndole sus servicios, porque los matemáticos son personas tan poco prácticas que inventan fórmulas que permiten construuir centrales eléctricas, fábricas, sistemas de ferrocarril metropolitano, de iluminación, de calefacción, de aire acondicionado y de luz solas, pero no son capaces de transformar las relaciones humanas que afectan al dinero de los accionistas y a los sueldos de los directivos.
Steinmetz fue un prestidigitador
famoso que habló a Edison
golpeando su rodilla en código
Morse
debido a que Edison estaba muy
sordo,
y se fue al Oeste
para pronunciar discursos que
nadie comprendía,
y habló de Dios con Bryan en el
vagón de un tren,
y todos los reporteros se agolparon
cuando se entrevistó
con Einstein,
aunque nadie pudo entender lo
que se dijeron,
y Steinmetz fue, además, la pieza más valiosa de la maquinaria de la General Electric
hasta que se desgastó y murió.
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