Amarcigado
Personas que eran, dérmicamente, como los árabes del desierto, de un color pardo-amarillento-rojizo
"Mi tía Carolina Denegri Icaza, gran viajera y conocedora de muchísimos lugares, me decía que el color amarcigado llegó a ser, por su rareza, muy estimado y estimable por nosotros. Sin embargo, ella recordaba que en el Oncenio ya no había prácticamente amarcigados, esto es, personas que eran, dérmicamente, como los árabes del desierto, de un color pardo-amarillento-rojizo, o sea gente bronceada.
Por la creciente escasez del verdadero amarcigado, se había comenzado a llamar asì, a principios del Novecientos, al trigueñito que combinaba su trigueñidad con cierta morenez o morenura. Pero el amarcigado no era trigueño, ni moreno, ni oliváceo, ni capulí, aunque algo tenía de todo ello. Tal el caso de Pedro Abraham Valdelomar y Pinto. Refiere Sánchez que Valdelomar era "amarcigado, casi oliváceo" (L.A.S., Valdelomar o la Belle Époque, 9). A Valdelomar no le habría hecho ninguna gracia semejante caracterización. Valdelomar -que siempre escribía amarsigado- manifiesta lo siguiente, en un artículo publicado en La Prensa, el 10 de octubre de 1916: "¿Quién dice que el señor Balbuena es amarsigado? Inexactitud diatribesca y tamaña. Useñoría es hasta buenmozo".
Balbuena era trigueño, según observación valdelomariana constante en el mismo artículo: "Extendió (Balbuena) la mano, con un ademán de mecenas trigueño y pródigo, (...)" (A.V., Obras: Textos y Dibujos, 716-717).
Lo moreno claro se podìa confundir y de hecho se confundía con lo amarcigado, confusión que se aprecia en estos versitos de Fernando Soria (1861-1911):
Denegri, Marco Aurelio. En Domingo, la revista de La República (Lima), 07.08.2005
Imagen: cruzherrera.com
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