jueves, 12 de marzo de 2009


El sí de las mujeres

En pleno siglo XXI, "era del conocimiento y de la igualdad de oportunidades", el Día Internacional de la Mujer cobra un significado especial: ella es, al igual que el varón, un ser humano con derechos, deberes, capacidades, intereses, etc. A pesar de los más de 100 años de lucha por el reconocimiento de los derechos de la mujer, en nuestra sociedad todavía persiste la iniquidad y los prejuicios hacia ella. Ejemplo de esto son la prostitución (ahora eufemísticamente llamado "trabajo sexual"), las inequidades de sueldo con los varones que cumplen la misma función que ellas, el uso de la mujer en los medios de comunicación como objeto sexual, el acoso sexual en las oficinas, etc. Y estos prejuicios no solo son alimentados por los varones, sino también por aquellas que dicen defender a la mujer, pero lo hacen contraponiéndola absurdamente con el varón, proclamando deshacerse de él y usándolo solo como "reproductor". Un mundo nuevo será aquel donde mujer y varón, en igualdad de condiciones, se complementen y puedan aportar productivamente al beneficio de su sociedad.



Hace casi cien años, en 1910, en Copenhague, Dinamarca, el Segundo Congreso Internacional de Mujeres Socialistas decidió llamar a celebrar el 8 de marzo de cada año el "Día Internacional de la Mujer".

El acuerdo, consagrado hoy a escala mundial, fue propuesto por las grandes revolucionarias alemanas Clara Zetkin y Käte Duncker. La idea acogía el proyecto de las socialistas estadounidenses, que querían homenajear a las 189 obreras asesinadas -sí, asesinadas- por el dueño de la fábrica textil Sirtwood Cotton de Nueva York.



Esas trabajadoras, que luchaban por aumento salarial y reducción de la jornada de trabajo a diez horas, murieron carbonizadas en el interior de la fábrica a causa de un incendio provocado por el patrón.
En todo caso, el acuerdo de Copenhague abrió una etapa en la lucha por los derechos de la mujer, como parte de la lucha del género humano por un mundo justo. La resolución explicaba que la agitación por los derechos femeninos debería servir para la lucha por la paz, la democracia y el socialismo.



Como se sabe, la sociedad patriarcal y la propia Iglesia Católica daban por supuesta la inferioridad de la mujer. Esa tradición fue rota por algunas mujeres -y también por algunos hombres-. Notable es el caso de la francesa Marie Gouze Aubry. Apenas se había secado la tinta de la Declaracion de los Derechos del Hombre y el Ciudadano (agosto 1789), cuando ella pidió, en 1791, que la Asamblea Nacional de Francia aprobara su propuesta de Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. No le hicieron caso, por supuesto. Pero las ideas que estampó en su proyecto eran una bomba de tiempo, que estalla ahora en el siglo XXI.

Proponía en el artículo primero: "La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos. Las distinciones sociales solo pueden basarse en la utilidad común". Y en el artículo 2: "El objeto de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales imprescriptibles de la Mujer y el Hombre. Estos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y, sobre todo, la resistencia a la opresión". ¡Vaya mujer osada, lúcida y visionaria!




Mucha agua ha pasado desde entonces bajo los puentes de París. Pero la propuesta conserva actualidad y exige acción enérgica. Aquello de a igual trabajo, igual salario, se incumple hasta en los países avanzados.

Ha aumentado en el Perú el porcentaje de mujers con instrucción superior, pero el analfabetismo castiga más a ellas que a ellos. La violencia familiar, el acoso sexual, los abusos patronales, los despidos, el desamparo de la madre y el niño, son plagas sociales que nos sobrecogen en cada calle. A pesar de eso, las mujeres luchan, trabajan, estudian, avanzan. Ellas nos enseñan que otro mundo, otra vida, sí es posible.




César Lévano, La Primera (Lima-Perú), 08.03.09
Imágenes: apcarguedas.blogspot.com

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