
Cuando llegaron al lugar donde residía esa mujer, todos los huacas y los huillcas se sentaron; entonces ella les habló: "¡Miradlo! varones, señores, ¡reconoced a este niño! ¿Quién de vosotros es el padre?". Y a cada uno le preguntó si había sido él. Pero ninguno dijo que era su hijo. Cuniraya Huiracocha -como suelen hacer los más pobres- se había sentado a un lado; despreciándolo, Cahuillaca no le preguntó a él, pues le parecía imposible que su hijo hubiera podido ser engendrado por aquel hombre pobre, habiendo tantos varones hermosos presentes. Como nadie admitía que el niño era su hijo, le dijo a éste que fuera él mismo a reconocer a su padre; antes, les explicó a los huacas que, si el padre estaba presente, su hijo se le subiría encima.
El niño anduvo a gatas de un lado a otro de la asamblea pero no se subió encima de ninguno hasta llegar al lugar donde estaba sentado su padre. Enseguida, muy alegre, se trepó por sus piernas. Cuando su madre lo vio, muy encolerizada, gritó: "¡Ay de mí! ¿Cómo habría podido yo dar a luz el hijo de un hombre tan miserable?" y, con estas palabras, cargando a su hijito, se dirigió hacia el mar. Entonces Cuniraya Huiracocha dijo: "¡Ahora sí me va a amar!" y se vistió con un traje de oro y empezó a seguirla; al verlo todos los huacas locales se asustaron mucho. "Hermana Cahuillaca" la llamó, "¡mira aquí! Ahora soy muy hermoso" y se enderezó iluminando la tierra.
Pero Cahuillaca no volvió el rostro hacia él; se dirigió hacia el mar con la intención de desaparecer para siempre por haber dado a luz el hijo de un hombre tan horrible y sarnoso; llegó al sitio donde, en efecto, todavía se encuentran dos piedras semejantes a seres humanos, en Pachacamac mar adentro. Al momento mismo en que llegó allí, se transformó en piedra.
Eros V

Señora, flor de madroño,
yo querrya syn sospecho
tener mi carajo arrecho
bien metido en vuestro coño;
por ser señor de Logroño
non deseo otro prouecho
synon foder coño estrecho
en estio o en otoño
Crecen los años y mengua la vida;
crecen las cejas y mengua la vista;
crecen los huevos y mengua la picha
y, cuando la picha mengua,
crece la lengua
y sigue la dicha.

Te quiero jo-
te quiero jo-
te quiero joven y bella,
como una pu-
como una pu-
como una pura doncella,
y con mi pi-
y con mi pi-
y con mi pícara mano,
tocar las te-
tocar las te-
tocar las teclas del piano.
Me tendistes en el suelo
como si fuera una perra
y con esos cojonazos
me lo llenaste de tierra.
Con más cojones que cuarenta curas sordos
vine a Marruecos a defender la legión
y, aunque en España creía tenerlos gordos,
en esta tierra resultaba ser capón.
Aunque mi miedo les parezca exagerado,
que no es así yo se lo demostraré;
que he visto moros cascar nueces con los huevos
y abrir latas de conserva con la punta del quilé.

Fuente de Eros V: Camilo José Cela (1979). Diccionario secreto. Madrid: Alianza
Imágenes: webfacil.tinet.org, elmundodetotio.cl, neo.warhammerairsoft.com
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