miércoles, 26 de enero de 2011

Football, fútbol, soccer (III)


El fulbo


No soy fanático del fútbol, pero me impresiona la inmensa fuerza de este deporte. Por ello he buscado una razón por qué el mundo se detiene cuando 22 fulanos corren detrás de una pelota incluso si los países que los jugadores representan no son los propios. Más aun en el caso peruano, que esta vez no toca -risueñamente- ni un pito allí, pues no hay en Alemania 2006 ni siquiera árbitros paisanos.


Luego de la reflexión, concluí que esa pasión se debe fundamentalmente a que el fútbol es la expresión máxima de la verdadera democracia popular, pues no impone restricciones a casi nadie. En el fútbol no se condiciona la edad, pues lo juegan por igual jóvenes y viejos, a veces separados en ligas, pero muchas veces juntos, como en los campeonatos de hijos y padres. Tampoco exige talla, pues hay buenos jugadores altos junto con chatos increíbles como Maradona, que no tendrían éxitos en deportes como el básquet. Ni siquiera exige un nivel de estado físico, pues brillan el atleta con su juego rápido, juntamente con el barrigón experto en la dribleada y el pase. Tampoco hay diferencia entre empleados y desempleados, pues si los primeros juegan partidos "entre colegas de trabajo", los segundos practican diariamente... pateando latas. Además, el fútbol no discrimina a los sexos; en el mundo lo juegan hombres y mujeres, aunque en muchos países, ellas, sabiamente, han decidido no competir con sus maridos actuales o potenciales. Y ni qué decir de razas o colores, pues ya vemos cómo brillan hoy en el campo blancos, negros, marrones y amarillos.


Pero la democracia del fútbol se observa sobre todo en el terreno económico, pues es un deporte de ricos y pobres. Se puede jugar con la cara pelota de cuero y logotipo internacional, con una Viniball de plástico o hasta con una modesta pelota rellena de trapos o de lo que se consiga. Además, mientras otros deportes como el béisbol exigen equipamientos sofisticados, en el modesto fútbol se puede jugar con o sin camiseta, con chimpunes, zapatillas... o sin zapatos. Y no se necesita un terreno especial, ya que se juega en cemento, tierra, césped o lo que se encuentre, y se usan arcos profesionales, blancos y acolchados, o se improvisa "el rincón de las ánimas" con un par de piedras o los maletines del colegio.


Para terminar, es tan democrático el fútbol que no discrimina a los inteligentes de los brutos. Mientras en el básquet, el tenis o el golf, se habla de puntos dobles, triples, de quinces o treintas o de handicaps, en el fútbol no hay más punto que el gol, que es o no es, tan simple que cualquiera lo entiende, tanto aquel que lo llama soccer, balompié, fútbol, futból, hasta aquel que lo llama, cariñosamente, fulbo.


¿Será entonces el fútbol un ejemplo de que la democracia sí sirve para unir al mundo?



Arellano, Rolando. El Comercio (Lima-Perú), 30.06.2006
Imágenes: freckle.blogs.com

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