jueves, 16 de agosto de 2007
Rosa Parks
"Si algún lugar le corresponde es ese asiento del que no quiso levantarse hace cincuenta años. La escena se ha quedado en la retina de muchos: Rosa Parks está sentada en la quinta fila de un ómnibus de Montgomery, Alabama. El vehículo va lleno de gente que regresa a casa tras otro día de trabajo. Tres paraderos después de ella, un hombre blanco sube y no encuentra dónde sentarse solo. El chofer aplica la ley del Estado y ordena que cuatro pasajeros negros se levanten para darle sitio. Tres aceptan, Rosa se niega. "Estoy cansada de ser tratada como una ciudadana de segunda clase", dice la mujer. El chofer llama a la policía. Cuando los agentes le preguntan por qué no obedece las normas, ella les responde: "No pensé que tuviera que hacerlo. Yo he pagado mi boleto como cualquier otro". Amenazan con arrestarla y ella sigue sentada. De allí van a tener que sacarla a la fuerza. Y al momento en que lo hacen, levantan un escándalo.
Un despertar
El desacato al que ella se atreve no es menor. Hasta este día, todo pasajero negro debe pagar el boleto al chofer, bajar del ómnibus y volver a subir por la puerta de atrás. "Yo no quería pagar mi boleto para ir luego a la puerta trasera porque muchas veces, incluso si lo hacías, podías quedarte sin subir; ellos podían cerrar la puerta, arrancar y dejarte parada allí", recordaría Parks en múltiples entrevistas sobre este episodio y esta época. Es diciembre de 1955 y aún hay gente que toma esa barbarie con naturalidad. El Ku Klux Klan sigue linchando hombres y quemando casas.
Sus acusadores parecen ver solo a otra costurera negra que trabaja en una tienda por departamentos. Qué podría hacer. Pero Rosa Parks está más que preparada para ese momento: ha sido secretaria de la poderosa NAACP -la mayor organización de defensa de los derechos de los afroamericanos- y más tarde asesora para el consejo juvenil de esa institución. Más de una vez ha tratado de registrarse para votar en las elecciones, pese a la prohibición legal. Su carácter ya le ha causado problemas con otros choferes de transporte público y en varias ocasiones la han bajado a la fuerza. De hecho, el mismo chofer que ahora la denuncia la expulsó de su carro 12 años antes por negarse a subir por la puerta de atrás.
La misma noche del arresto, Rosa Parks habla con su madre y con su esposo: deben prepararse para lo que viene porque va a presentar una demanda de inconstitucionalidad sobre las leyes que la han llevado a prisión. Esa misma noche hay reuniones de emergencia entre organizaciones afroamericanas. El Consejo Político de Mujeres ordena imprimir 35mil volantes de protesta. A la mañana siguiente, todas las escuelas negras de Alabama reciben el mensaje: "Estamos pidiendo a todos los negros que no usen los buses este lunes en protesta por el arresto y el juicio... Tú puedes quedarte sin escuela por un día. Si trabajas, toma un taxi o camina. Pero, por favor, niños y adolescentes, no tomen el bus para nada el próximo lunes".
Otras organizaciones también se movilizan. Cuatro días después de su arresto, el juicio a Rosa Parks no dura más de media hora: la condenan por quebrar la ley y le aplican una multa de diez dólares, más los costos del proceso. Esa misma noche aparece una voz que iba a canalizar toda la fuerza del movimiento pacífico: Martin Luther King. Por entonces, es un joven predicador sobre el que cae el peso que otros no quieren asumir.
King organiza el boicot contra la empresa de transporte público. En un discurso de esa noche, dice algo como esto: "Llegará el tiempo en que la gente se canse". Rosa no está cansada: se para a su lado frente a la multitud y la conquista. El boicot no es de un día, ni una semana: son 381 días en que ningún hombre o mujer negro sube a esos vehículos con disposiciones racistas. La empresa entra en crisis. Una decisión de la Corte Suprema zanja la situación: esas leyes son inconstitucionales y deben ser derogadas".
Hidalgo, D. "Todavía está sentada allí". En El Comercio, 26.10.05
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