El rey Creso
Creso, rey de Lidia era inmensamente rico y opulento. Por ello se consideraba un hombre feliz y querìa que todos lo reconozcan como el más feliz. Cierta vez fue visitado por Solón de Atenas, gran legislador y hombre sabio.
"Creso lo hospedó en su palacio, y al tercer o cuarto día de su llegada, de orden del rey, los servidores condujeron a Solón por las cámaras del tesoro y le mostraron todas las riquezas y grandezas que allí se encontraban. Luego que las hubo visto y observado todas por el tiempo que quiso, Creso le interrogó así: Huésped de Atenas, como es grande la fama que de ti me ha llegado, a causa de tu sabiduría y de tu peregrinaje -ya que como filósofo has recorrido muchas tierras para contemplar el mundo-, por eso se ha apoderado de mí el deseo de interrogarte si has visto ya al hombre más feliz de todos". Esto preguntaba Creso esperando que se le diga que él era el hombre más feliz de todos. Pero "Solón sin la menor lisonja, y diciendo la verdad, le respondió: Sí, rey, Telo de Atenas. Maravillado por la respuesta, el rey preguntó vivamente: "¿Y por qué motivo juzgas que sea Telo el más feliz?" Y aquel replicó: "Porque en una ciudad afortunada tuvo hijos hermosos y buenos, vio nacer hijos de todos sus hijos, y quedar todos en vida; y porque siendo afortunado, según juzgamos nosotros, le cupo el fin más glorioso: en la batalla de Eleusis, que dieron los atenienses contra los fronterizos, ayudando a los suyos y poniendo en fuga a los enemigos, murió de hermosísima muerte, y los atenienses le dieron pública sepultura en el mismo sitio en que había caído, y le hicieron grandes honras".
No basta ser afortunado, sino acabar "agradablemente la vida", para ser feliz.
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