sábado, 11 de septiembre de 2010

Argentinos II




Pero la verdadera mancha del lenguaje argentino es el voseo. La frase rioplatense está como salpicada de viruelas con esa ignominiosa fealdad. Es de veras extraño que un pueblo tan hermosamente orgulloso de su personalidad como el nuestro haya venido a singularizarse con tan calamitoso rasgo. Porque, ¡ay!, es demasiado pintoresco el voseo argentino como para fundar en él una satisfacción patriótica... Ese mazacote del pronombre vos entreverado con los enclíticos y posesivos del (Callate vos... Venite aquí con tu libro... A vos te hablo... Ite, que me incomodás...), constituye de por sí un atentado contra la lógica. Ni habla bien el que piensa mal ni piensa bien en que más habla. Hablar así es verdaderamente una caída en el caos. El pensamiento no puede salir incólume, a la postre. Dejar de hablar así es, al contrario, una adquisición luminosa. Bien lo sé yo. Cuando por el cariño de una venerada memoria yo adopté el , siendo todavía muchacho, sentí como que se aclaraba mi espíritu. Las ideas cobraban con esto sólo una mayor cohesión. El pensamiento se fortalecía y se limpiaba. Callate vos... Venite aquí con tu libro... A vos te hablo.... Ite, que me incomodás..., vinieron a ser fórmulas insensatas, ya para siempre inaguantables. Me avergonzaba de haber podido hablar así alguna vez, como hoy me avergüenza oir hablar de ese modo a mis compatriotas.

Cosa rara. Si por no caer en plebeya ruindad la gente culta de España hubo de rechazar el voseo, aquel voseo tan sonoro de los clásicos, ¿cómo es que hubimos de conservarlo en nuestra Argentina, mezclado a la más desatinada conjugación que se conozca? El nuestro fué pueblo pobre: pueblo de pastores en que hasta los amos tenían algo de pastores. Viejos nombres que ahora mismo damos a prendas nuevas del indumento denotan que las modas se demoraban mucho en llegar por aquí. Por eso llamamos media al calcetín, pollera a la falda, saco a la americana. El voseo -ese arcaísmo- es una antigualla parecida, que de puro pobres no supimos sustituir a tiempo.


Fuera de esto, ¿cómo hablaba en nuestra América, Fernández de Oviedo, por ejemplo? Pues veréis: "Martín de Muza, dicho me han que os quejáis de mí e no tenés razón. Por vuestra vida, que no murmurés de mí." Donde vemos un tenés y un murmurés de todo punto rioplatenses. Y peor que él hablaría de seguro la masa de los conquistadores. Por otra parte, podemos convencernos de que hay una época en que las formas singulares del y los plurales del vos se compenetran a causa de la coexistencia de ambos tratamientos. Hemos hallado, nada menos que en Covarrubias, este gazapo de conjugación: "Acomodándonos con el uso de la lengua latina, decimos tú al mismo Dios y señor nuestro dizendo: Tú, Señor, aved piedad de mí..." esto por 1610.


Ahora bien: este mal nos vino de la Península.

- "Amiga Caba"... -leemos en el capítulo 167, primera parte, de la Crónica Sarracina de Pedro de Corral, titulado De cómo el rey rogó a la Caba que fiziese su plazer e de lo que le prometió-. "Amiga Caba, non entendedes vos lo que vos digo por la vía que yo querría; ca si yo te quiero bien, non es por cosa tanto commo por que querría mi voluntad cumplir contigo e tenerte..." Esto en las vísperas del descubrimiento de América, pues la Crónica se considera escrita en 1430.


En la segunda parte de la misma habla el Rey con el espíritu de Dios. Y dice el Rey: "Aved piedat de mí et non me dexedes tentar... El mi seso es turbado como de aquel que non ha vertud sin la tu gracia. Librame, Señor, por la tu misericordia..."

Así se escribía en las Españas. (Y conste que esto de Españas decíase ya en el siglo XIII y que no hay ningún encubierto intento de imperialismo español -como suele creerse y aun escribirse- en que los escritores de la Madre Patria conservan el viejo glorioso plural.)


Claro que no es caso único el de la Crónica Sarracina en lo tocante a la mezclada forma de tratamiento. En Berceo (Milagros de Nuestra Señora), en el milagro del clérigo y la flor, que es el tercero, hallamos:

Dissol Sancta María: Fiziestes desguisado
que iaz el mi notorio de vos tan apartado.
Mándote que lo digas...


Y más abajo:

El que vos soterrastes lueñe del cimiterio,
al que vos non quisiestes fazer nul ministerio,
por ti esti te fago.


He aquí otro ejemplo, también de Berceo, en El romero de Santiago:

... don traidor palavrero
non vos puet vuestra parla valer un mal dinero...
diste consejo vano.


Y éste en el milagro de la deuda pagada:

Fié en el tu Cristo...
Qui más en vos crediere, etc.




Caso idéntido hallamos en Calila e Dimna, en el "ejemplo de la liebre y el león", última parte: "Non puede ser que no te diga la verdad e faga lo que vos debo naturalmente". Así habla el león a Dimna.

Don Miguel de Toro en su estudio sobre argentinismo y andalucismo (La Prensa, 25 de septiembre de 1938) señala muchos otros lugares de autores en que se mezclan el y el vos.


Así:
Y vos, divino Señor,
que tan humano te muestras...


Pero lo más interesante del mencionado trabajo es la cita de Lope de Rueda por la que se verifica que es solamente la negra Eulalia quien habla con aquel batiburrillo: "¿Paréscete a vos que daba yo buen ejemplo?" "Lo que prueba -añade el señor de Toro- que a mediados del siglo XVI se consideraba ya como vulgar"... Dato decisivo a fe para mi tesis.

Tuvimos todos los riesgos de la incultura y muy escasas defensas de la inteligencia. Añádase esta afirmación de Bello, cuyo leal españolismo no ha de ponerse en problema: "Y aunque sea ruboroso decirlo, es necesario confesar que en la generalidad de los habitantes de América no se encontraban cinco personas en el ciento que poseyesen gramaticalmente su propia lengua, y apenas una que la escribiese correctamente". Cierto, cierto. Era América, para el pensamiento, como una inmensa zona negra, desde el estrecho de Magallanes hasta el último límite Norte. Y bien que pronto resplandecieran dos poderosos faros de civilización, honor de la Colonia (México y el Perú), era el resto un solo tenebroso desierto donde muy débilmente clareaba algún embrión de ciudad, y en el caserío, alguna primera escuela de frailes. De consiguiente, en todo lo negro del mapa se decía de vos, salvo en el Perú y Méjico, donde, por la obra de una mayor cultura, se hablaba de tú por tú. ¡Y bien que era negra la extensión argentina, sin otras luces que aquellas, muy pocas, de la naciente Universidad de Córdoba! Casi en las vísperas de la Revolución hubo, por fin, un Vértiz progresista en Buenos Aires. Y todavía quiso nuestro destino que recién iniciada la ímproba labor cultural de los prohombres de Mayo, obras y proyectos fuesen desbaratados por Rosas. Todo el Buenos Aires culto de 1810 decía de ; todo Córdoba también. Mas, venido que fué el Tirano, se retornó al voseo. Que también hubo de parecer el voseo una adecuada forma de adulación y bajeza federal. ¡Victoria oscura de la barbarie sobre la cobardía!

Después, ¿cómo ignorarlo? Aluviones humanos de Italia, de Rusia, o de regiones dialectales de la propia España, y gentes de todas las partes del mundo, engrosaron de pronto la población del país. En poco tiempo, muchas familias de esas pasaron de los rudos ajetreos de la pobreza y el trabajo a los tranquilos afanes de la prosperidad y el lujo. Mas si la bolsa creció tan de súbito, no lograron tan rápidamente enriquecer el espíritu. Bien se echa de ver en su lenguaje, no siempre de irreprochable dicción ni de muy refinado léxico. El voseo tuvo así los prestigios de la gente acomodada; abuelos que lo aprendieros en la calle, dejáronlo en herencia a sus nietos, y de este modo, a los falaces resplandores del oro, vino a parecer de buen tono esa viruela del idioma, como de nuevo lo queremos llamar.




Pero si tal voseo puede llegar a parecer una graciosa extravagancia, ni supone honra alguna para el país, ni, por otra parte, ha de tomársele como una enfermedad incurable. Y aquí diré con Bello que la "Gramática de una lengua es el arte de hablarla correctamente, esto es, conforme al buen uso, que es el de la gente educada". Y pondré en apoyo a sus propias razones; a saber: que "se prefiere este uso porque es el más uniforme en las varias provincias y pueblos que hablan una misma lengua, y por lo tanto, el que hace má fácil y que generalmente se entienda lo que se dice: al paso que las palabras y frases propias de la gente ignorante varían mucho de unos pueblos y provincias a otros, y no son fácilmente entendida fuera de aquel estrecho recinto en que las usa el vulgo".



Capdevila, Arturo (1954). Babel y el castellano. Buenos Aires: Losada
Imágenes: argentina.natyo.com, planetanews.com, cuestadelzarzal.blogia.com, todoenciclopedias.com, resplandores.us

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